lunes, 17 de noviembre de 2008

Los gobiernos de izquierda. ¿Continuidad o cambio?

Cuando se piensa en la izquierda contemporánea en América Latina es inevitable preguntarse sobre su relación con el cambio o con la continuidad. En los años setenta, buena parte de los partidos y las organizaciones políticas que se colocaban del lado izquierdo del espectro político no tenían duda acerca de su misión: cambiar el mundo, de preferencia a partir de una revolución social y acabar con la economía capitalista. Todo lo demás eran posturas calificadas como burguesas, por decir lo menos.
Sin embargo, desde la caída del muro de Berlín, la izquierda latinoamericana ha sufrido transformaciones importantes que lo han alejado cada vez más de la misión revolucionaria y por ende de la idea del cambio social. El caso nicaragüense es un ejemplo notable de lo anterior. Surgió como un movimiento social armado para derrocar al dictador, enfrentando la oposición decidida pero encubierta de los Estado Unidos y terminó mordiéndose la cola y hoy, el sandinismo no es ni la sombra de lo que fue. Y si no pregúntele a Daniel Ortega, quien en su afán por seguir gobernando se alíó con la Iglesia para volver a ser presidente, ni más ni menos.
El otro caso que me viene a la mente es el de Lula y el PT en Brasil, que después de intentar llegar a la presidencia varias veces, logró finalmente su objetivo y abrió la puerta a una ola de gobiernos de izquierda en todo Sudamérica. Las expectativas que generó su llegada al poder fueron enormes, pero poco a poco quedó claro que la política económica neoliberal seguiría su curso e incluso se empezó a criminalizar la protesta, sobre todo contra los integrantes del movimiento de los Sin Tierra, uno de los más importantes de nuestra región.
Hay que reconocer que los gobiernos de izquierda en América Latina no son homogéneos ni tiene las mismas metas y base social. Así, resulta difícil comparar al gobierno de Evo Morales en Bolivia y al de Michelle Bachelet en Chile; o a la señora Kirtchner en Argentina y a Hugo Chávez en Venezuela. Pero a pesar de las diferencias, ninguno de ellos pone en tela de juicio a la economía de mercado. Ése parece ser entonces el signo de la izquierda contemporánea, la continuidad del modelo económico, con una mayor o menor énfasis en programas sociales que buscan aminorar la pobreza y la marginación pero sin llegar al fondo del asunto. Así que si usted se define como de izquierda y considera necesario acabar con la dictadura del mercado tendrá que replantearse seriamente su relación con los gobiernos que se dicen de izquierda, De otro modo corre el riesgo de no comprender nada o quedarse como la novia de pueblo, vestida y alborotada.

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