sábado, 28 de marzo de 2009

Atole con el dedo

Vaya alegata que ha suscitado la reciente celebración del carnaval en Jalapa. Ciudadanos de a pie, periodistas, funcionarios públicos y autoridades universitarias han estado duro y dale con los pros y los contras de una actividad que tiene como objetivo enriquecer a unos cuantos, los de siempre, sin importar que se pase por encima de todos los demás.
El rector de la Universidad Veracruzana manifestó públicamente su protesta ya que las actividades académicas fueron suspendidas. Si éstas hubieran sido suspendidas por una huelga estudiantil o de trabajadores, los mismos que hoy guardan silencio por el atropello hubieran puesto el grito en el cielo: ¡es un atentado contra la educación! Pero como se trata de ganar dinero, pues ni modo, negocio es negocio.
Para responder a las críticas ciudadanas, el presidente municipal primero dijo que ya no se repetiría el carnaval el próximo año pero luego se retractó y se aventó la puntada de decir que si las y los jalapeños lo autorizan pues entonces sí. Si tanto le importa la opinión ciudadana por qué no hizo la consulta antes. ¿Hasta cuando la ciudadanía va a seguir aguantando que le den atole con el dedo?
Me parece que esta cuestión nos remite a la creciente insensibilidad política por parte de nuestros gobernantes, tan común en nuestros días, colocando el bien privado por encima del público. Un análisis mínimo de las ventajas y desventajas de celebrar el carnaval en la capital del estado confirma lo anterior. Con respecto a las primeras, las arcas del municipio no iban a recibir mucho por los permisos y demás, mientras que la parte del león sería para los organizadores, aunque habría que agregar las probables ganancias políticas con las campañas en ciernes. Pero las desventajas las pagamos todos los demás: automovilistas y peatones, vecinos y estudiantes pues la ciudad está de cabeza con las obras que agudizan el problema del tráfico. No se puede tocar la campana y marchar en la procesión. ¿O si?
En mi opinión, no hay nada nuevo. Las ganancias son privadas y los costos son públicos. ¿Alguna vez ha sido diferente?
La cuestión aquí no es si hay carnaval o no el próximo año sino de cómo poner límites a la autoridad y a los poderes económicos para favorecer el bien público. Se supone que ya pasaron los tiempos de las oligarquías autoritarias y cínicas, que se comportaban como si fueran las dueñas del pueblo y la región. Si ya sé, es sólo una suposición.

Adiós a la televisión

La llegada de la televisión a nuestras vidas provocó en su momento una explosión de optimismo y orgullo. Quien hubiera creído a principios del siglo veinte que podríamos ser testigos de hechos y calamidades a miles de kilómetros de distancia. Poco a poco, la televisión dejó de ser una manera de distinguirse de los demás, ya que no todo el mundo podía contar con semejante aparato, para convertirse en parte de los muebles de la sala y orgullo del hogar. Con el tiempo la reunión familiar alrededor de la pantalla chica perdió sentido y se refugió en las recamaras de grandes y chicos. Dicen que gracias a eso bajo la tasa de natalidad en México. Lo cierto es que la diversificación de la programación separó a la familia, ofreciéndole espacios especializados por sexo, edad y condición socioeconómica, lo cual a acabó con la sana costumbre de compartir las vicisitudes del chavo del ocho o de los gobiernos en turno.
Sin embargo, la televisión está a punto de pasar a la historia para cederle su lugar a la computadora. En poco tiempo, la pantalla servirá no sólo para ver programas de entretenimiento sino para comunicarse cara a cara con otras personas, estén donde estén, e incluso jugar con la realidad virtual paseando por París o Beijing, de la mano de quien se le antoje.
Las nuevas tecnologías proporcionarán una mayor interactividad que podría acabar con la pasividad del televidente común y corriente, aunque no está muy claro cuanto de ellos estarán dispuestos a seguir siendo recipientes vacíos para convertirse en audiencia activa y participante. La posibilidad de generar productos multimedia con bajo presupuesto hace posible que cualquiera puede tener su propio canal de televisión y ser visto en cualquier parte del mundo. Claro, la mayoría seguirá fiel al canal de los estrellados pero poco a poco se verán tentados a explorar las posibilidades casi infinitas a su alcance.
Y entonces será el fin de la televisión como la conocimos en los últimos cuarenta años. En todo caso me queda la duda de si la muerte de la caja idiota liberará al ser humano de la explotación y la injusticia. O si las nuevas tecnologías acabarán con la pobreza y la exclusión. Difícil de creer. Des pues de todo la televisión no es la responsable de los problemas de la humanidad, aun concediendo que siempre ha estado del lado de los poderosos. Así que si usted está a punto de tirar a la basura su antigua televisión, piense bien que las antigüedades pueden ayudar a tapar los baches de la economía familiar y de paso, mientras se hacen viejas, podrá contar con un recuerdo de cuando la tele era la reina del hogar y suspirar por los viejos tiempos. Nada permanece todo cambia.

Sociedad y educación

Las pugnas por redefinir la política educativa son cada vez más evidentes, obligándonos a reflexionar sobre sus objetivos y su futuro. Desde el sexenio pasado se ha impulsado un proyecto que tiene como objetivo central desmantelar el sistema público de la educación, que inició en el siglo XIX, con el triunfo liberal, y se fortaleció con la revolución mexicana y el artículo tercero constitucional. La meta fue muy sencilla pero vital para la construcción de la Nación: inculcar en la población una serie de valores, símbolos y creencias que sirvieran como núcleo de la identidad nacional.
En ese sentido, la educación pública sirvió como punta de lanza para acabar con la hegemonía de la Iglesia en la educación y para homegeneizar contenidos y fines educativos. Pero también, su carácter público estuvo y está orientado a definir la educación pública como una inversión social y no solamente personal. Si una persona entra a una escuela pública tendrá que reconocer que la sociedad está invirtiendo en su educación para que, una vez concluida, asuma el compromiso de regresarle a la sociedad, por medio de su actividad profesional, lo que recibió de ella.
Sin embargo, si la persona invierte recursos para pagarse una carrera en una institución privada de educación superior, al terminar sus estudios saldrá a la calle con el deseo de recuperar su inversión. El compromiso social del egresado del sistema público, se convierte, en el egresado de una institución privada, en un compromiso personal para hacer rentable su inversión. Y es así como existe hoy una visión empresarial del conocimiento, que privilegia el beneficio personal por encima del social. Ya no se concibe a la educación como un bien social, público, sino como un bien privado, personal.
Habrá que reconocer que algunos de los egresados del sistema privado de educación superior no necesariamente actúan al margen de la responsabilidad social que implica tener el privilegio de ser un profesionista; y lo mismo se puede decir de los que poseen un título otorgado por una universidad pública y que rechazan el compromiso de regresarle a la sociedad lo que ésta le ha otorgado, llevándose por delante a quien se deje.
Por desgracia es imposible negar que la tendencia mercantilista en la educación crece en detrimento de la visión social. Habrá que estar atentos a las reformas educativas impulsadas por el gobierno federal, que en contubernio con los lideres magisteriales, insisten en desmantelar lo que costó más de un siglo construir, sin tener un propuesta clara, más allá de beneficiar a unos cuantos. ¿Qué clase de sociedad queremos? La educación juega un papel fundamental para responder a semejante pregunta, y eso también es imposible de negar.

Los camaleones y la política

Los manuales de mercadotecnia política sugieren a los aspirantes a un puesto de elección popular que procuren adaptar su imagen a las características de su audiencia. Así, si el candidato tiene que asistir a un mitin con campesinos, es indispensable que use chamarra de cuero, botas y sombrero para no desentonar con el entorno. Además deberá adoptar un lenguaje directo, sencillo y cargado de lugares comunes, atribuidos a la jerga rural. Si está con empresarios, hablar de la libertad de empresa y vestir con ropa de marca. Y así por el estilo.
Habrá que decir que los políticos contemporáneos no sufren mucho para ajustar su imagen de acuerdo a las circunstancias. Seguramente hay algunos que les resulta más fácil que a otros, pero en general todos le hacen la lucha, provocando que muchos de ellos puedan incluso ser sospechosos de sufrir el trastorno de identidad disociativo, mejor conocido como trastorno de personalidad múltiple, que está definido como la existencia de una o más identidades o personalidades en un individuo, cada una con su propio patrón de percibir y actuar con el ambiente.
Pero no sólo pasa con los candidatos sino también con los representantes electos. El caso más conocido es el de Vicente Fox, que a veces declaraba como ciudadano común y corriente y a veces como presidente de la república, según su conveniencia. Para enfrentar la oleada de críticas de la ciudadanía cuando fue a Roma y le besó el anillo al papa, simplemente dijo que hizo lo que hizo en calidad de cristiano y hombre común, olvidándose de su investidura y del carácter laico de su mandato.
En tiempos recientes las cosas han empeorado y con la coyuntura electoral en ciernes habrá oportunidad de confirmar que buena parte de los candidatos se convertirán en camaleones que adaptarán su color a las necesidades electorales. Por lo tanto, ya que acordaron en Sonora realizar el antidoping a estudiantes de las secundarias ¿por qué no pensar en realizarles a todos los candidatos un breve examen que le permita a la ciudadanía distinguir a los que padecen del trastorno de personalidad múltiple y por qué no, si sufren de adicciones incompatibles con la responsabilidad que asumirían si ganaran la elección? Así nos podríamos ahorrar la pena de tener gobernantes sin convicciones ni planes claros para gestionar los intereses de sus representados o adictos sin remedio. Ya sé que las cosas no cambiarían mucho, pero por algo se empieza. Cuando menos sabremos quién es quién y a qué atenernos al ejercer el derecho a votar.