jueves, 25 de junio de 2009

Las estrategias de las campañas electorales

Para abundar en las causas del desprestigio de los partidos y la democracia en nuestro país, bastaría revisar los ejes temáticos sobre los que giran las campañas mediáticas y sus características. En tiempos en los que la mercadotecnia política define los temas y estrategias de campaña, puede resultar revelador el identificar la idea central que define el discurso de los candidatos.

Empecemos con el PAN, que debido a que cuenta con que uno de sus militantes ocupa la silla presidencial la estrategia de la campaña es muy simple: utilizar la figura presidencial como aval para pedirle el voto al ciudadano. La idea básica de la campaña panista es que si votas por el PAN estás apoyando al presidente de la república en su lucha contra el narcotráfico. El chantaje está en el centro de la campaña panista pues se podría inferir que si no se vota por el PAN se está votando por los narcos.

Por su parte, el PRI difunde la idea de que la experiencia es fundamental para enfrentar los retos que la sociedad coloca en el centro del debate: la seguridad y el empleo. Pero para que la cosa funcione le agregaron la idea de que ésa experiencia se caracteriza por una nueva actitud, aunque no queda claro cuál sea ésta. Simplificando, frente a la debilidad del gobierno federal para enfrentar la crisis económica y social en que vivimos, el PRI se adueña del discurso opositor alegando que ellos sí saben cómo hacer las cosas y además que tienen una nueva actitud. Esto mismo dijo Madrazo en su intento por llegar a la presidencia en el año 2000, con los resultados de todos conocidos.

Por último, el PRD, más allá de la confusión que pueda generar el conflicto entre la dirigencia y el lopezobradorismo, promueve soluciones viejísimas y totalmente fuera de contexto para enfrentar el desempleo. Es el caso del spot en donde la niña le pregunta a Jesús Ortega cómo hacerle para enfrentar la pérdida de empleos, a lo que éste contesta que hay que consumir productos fabricados en México, como si éstos no hubieran prácticamente desaparecido frente a la oleada de productos chinos. La propuesta, que se basa en una campaña de los años setenta que decía: lo hecho en México está bien hecho, demuestra que el señor Ortega no se ha actualizado y sigue pensando como si estuviera en el siglo pasado.

Estas propuestas sólo evidencian el bajo nivel de las campañas y las falacias que componen su discurso político. La estrategia de los partidos es muy simple: ocultar la falta de propuestas articuladas con las demandas sociales utilizando vaguedades y lugares comunes. Si a esto agregamos las enormes cantidades de recursos públicos utilizados para difundir las pues tenemos un panorama desolador, que puede darnos una idea de algunas de las razones por las que el votante no presta mucha atención a las campañas, o mejor dicho, le causan malestar e irritación.

sábado, 20 de junio de 2009

La ley de la selva en Perú

El darwinismo social gira alrededor de la idea de que en las sociedades humanas sólo los más fuertes sobreviven, pasando por encima de los débiles que sólo estorban la inexorable marcha del progreso. Los principios que sostienen lo anterior son el racismo y la discriminación, ya que gracias a ellos es posible justificar el arrasamiento de comunidades y la privatización de bienes comunes. El progreso y el desarrollo económico, según los dueños del dinero, son los fines que justifican los medios y todo aquél que se oponga está sujeto al despojo y el asesinato.
Hace algunos días, el ejército peruano dio una ejemplo de cómo reaccionan el estado y la burguesía cuando alguien se atreve a desafiar sus planes, o mejor dicho, cuando alguien se opone al progreso y la ‘generación de empleos’, como cínicamente le llaman a la instauración de la explotación y la rapiña.
El 5 de junio pasado, el ejército peruano atacó a campesinos indígenas de la zona amazónica peruana, quienes bloqueaban el paso de vehículos para protestar por una serie de decretos que legalizan el despojo de sus tierras para que compañías internacionales saqueen las riquezas naturales de la región. La agresión por parte del estado peruano desencadenó una matanza en la que murieron indígenas y policías, provocando incluso un conflicto internacional, pues Alan García acusó a Bolivia y Venezuela de instigar a los indígenas para desestabilizar al Perú.
En su declaración oficial, Alan García afirmó que el conflicto es una simple “… conspiración en marcha que quiere evitar que utilicemos nuestras riquezas naturales”, que está en contra del progreso, podría agregarse. Vaya manera de ocultar el hecho de que el estado peruano actuó para proteger los intereses de las compañías internacionales que se dedican a saquear los recursos naturales alrededor del planeta. Al decir del sociólogo peruano de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Nelson Manrique, “Con este discurso, el gobierno alimenta un viejo prejuicio racista interiorizado en la sociedad peruana: el del nativo incivilizado..., inferior.” (http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=92349)
Como se ve, estamos frente a un típico caso de discriminación y racismo que justifica el desplazamiento y muerte de miles de indígenas que han vivido en la zona por siglos. Seguramente Alan García se preguntó antes de ordenar la matanza ¿Qué se creen estos indios, que van a detener la marcha del progreso? ¿Se creen mejores que los dueños de las corporaciones internacionales de gas y petróleo? El colmo de todo este problema es que los decretos llevan por nombre “Leyes de la selva”, dejando en claro que lo que está en juego aquí es la idea de que el débil es y será devorado por el fuerte y no hay nada que hacer al respecto. Es una ley biológica, diría el cínico mientras observa en la televisión un programa de Discovery Channel en donde el león devora a la gacela en cámara lenta.

viernes, 12 de junio de 2009

El presidencialismo reciclado

A partir de 1997, las relaciones entre el poder Ejecutivo y el Legislativo se transformaron - gracias a la pérdida de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados por parte del partido del presidente- y se acabó con la subordinación del segundo hacia el primero. A partir de ese momento, la presidencia empezó a buscar otras formas de seguir manejando el presupuesto a su antojo y seguir gozando de una facultad metaconstitucional, clave en el ejercicio del poder político. Por su parte, el Congreso de la Unión comenzó a ejercer sus atribuciones, sobre todo en el tema de la cuenta pública y el presupuesto de egresos, como una manera de equilibrar un poca mas la asimetría frente al ejecutivo y mejorar su grado de legitimidad frente a la sociedad. ¿Será?

El hecho provocó que se hablara de una nueva época en las relaciones entre los poderes de la república, en las posibilidades de debilitar paulatinamente el poder del presidencialismo y fortalecer la democracia representativa, la transparencia y la rendición de cuentas. Lamentablemente las cosas no funcionaron como se esperaba. Los conflictos entre los dos poderes se pusieron a la orden del día, e incluso las descalificaciones mutuas aparecieron con frecuencia. Los temas de enfrentamiento giraron alrededor de las reformas estructurales y la aprobación del presupuesto.

Los gobiernos panistas fueron adquiriendo experiencia en la simulación política y poco a poco dejaron de entrar en pugna con los miembros del congreso federal. Aparentemente las cuentas públicas eran aprobadas sin problemas y ambas partes se felicitaban por haber logrado acuerdos en materia de gastos. Sin embargo la realidad era muy diferente y el ejecutivo empezó a burlar la asignación de recursos aprobada por el congreso, ejerciendo parcialmente el presupuesto y desviando el resto hacia fideicomisos, para después gastarlo a su antojo. Y no crea que es poca cosa lo que se desvía.

La Auditoría Superior de la Federación declaró hace poco a través de su titular, Arturo González, que en su primer año de gobierno, Calderón incurrió en un subejercicio del presupuesto de 120 mil millones de pesos. Nomás en el primero; vaya usted a saber cuánto no se está ejerciendo en este año electoral. La estafa por parte del ejecutivo es doble: por un lado se pasa por el arco del triunfo el mandato del congreso, o sea de la soberanía nacional, pateando el tablero del juego político y del marco legal constitucional (vaya novedad); además, ese dinero está orientado a favorecer los intereses de unos cuantos, preferentemente amigos y familiares, y no a impulsar el desarrollo nacional, sea lo que esto sea (otra novedad).

Al final, el presidencialismo sigue vivo aunque maltrecho, o mejor dicho, reciclado. Ya no es lo que fue, pero no por ello renuncia a seguir gobernando con las modalidades del sistema político tradicional para cumplir con su misión capitalista. Para ello no basta con que el gasto público sea aplicado selectivamente para asegurar las ganancias de las grandes corporaciones y empresas nacionales y extranjeras. No, además hay que apropiarse ilegalmente de una parte de él, para ampliar la acumulación de riqueza… pero del círculo presidencial. Al final seguimos igual que antes de 1997: el presidente puede hacer lo que quiera con el dinero público, a pesar de no contar con la completa complicidad del poder legislativo. Ahora el presidente no tiene subordinado al congreso; no, ahora lo burla y lo humilla sin contemplaciones. Menos mal que vamos progresando.

jueves, 4 de junio de 2009

¡¿Me están oyendo, inútiles?!

La discusión con respecto al voto nulo ha despertado fuertes críticas pero también opiniones favorables. El alejamiento de los partidos políticos con respecto a la ciudadanía y sus demandas, ha provocado que el desprestigio haya crecido en los últimos años, sobre todo del 2oo6, cuando las campañas negativas demostraron que los partidos están dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de ganar.

Los críticos del voto nulo argumentan que los partidos son diferentes, a pesar de que los votantes digan lo contrario, por lo que existe una oferta diferenciada capaz de satisfacer a la mayoría de las demandas en boga. Otro argumento es que la anulación del sufragio favorecerá a los partidos con mayor voto duro y dejará en el desamparo a la chiquillada. Estos argumentos parten de una concepción liberal republicana que concibe al voto como un instrumento para influir en la toma de decisiones, a partir de un proceso de reflexión interna en donde el individuo hace a un lado sus intereses personales para pensar en los interese generales.

Los argumentos a favor del voto nulo giran alrededor de la idea de que es la única manera de presionar a los partidos políticos para acercarlos a las demandas reales de los votantes es rechazando explícitamente las candidaturas y el desempeño partidista en el Congreso de la Unión. El eje teórico sobre el que gira este argumento es que los votantes expresan sus concepciones políticas y sus ideales en las urnas sin importarles demasiado el resultado, oponiéndose así al voto útil, al voto para ganar aunque el candidato no me represente.

En este sentido, los argumentos en contra del voto nulo tienen debilidades manifiestas; por ejemplo, el voto duro no es privativo de un solo partido –el PAN lo tiene en algunos estados del bajío y del norte del país, el PRD en la ciudad de México y el PRI en el resto de los estados- por lo que no se estaría favoreciendo sólo a uno. Además, desde esta perspectiva, da igual quien gane pues de todos modos los intereses generales se verán subordinados a los intereses de las oligarquías partidistas.

Si en los tiempos políticos que corren el voto ha perdido buena parte de su fuerza para controlar a la clase política no queda más que utilizarlo para censurar y llamarles la atención, recordándoles que el espíritu democrático tiene la misión de defender a la ciudadanía de los abusos del poder y no el hacer de las elecciones una farsa.

Por lo tanto, si a usted, amable lector, le parece que hay que acudir a las urnas para rechazar el abstencionismo, que siempre deja dudas sobre su causa, –pues no se sabe si el ciudadano no votó por estar a favor de la situación actual, por indiferencia o por estar en contra del sistema electoral- pero no se identifica con algún partido o candidato, la única opción que tiene es votar nulo. Hasta donde yo sé no existe ningún ordenamiento legal que lo impida. Tal vez así el sistema de partidos y sus componentes modifiquen su actitud y se den a la tarea de mejorar su reputación y sus procesos de selección de candidatos. Parafraseando a Paquita la del barrio, el voto nulo les diría: ¡¿Me están oyendo, inútiles?!