jueves, 3 de noviembre de 2011

Desarrollo y crecimiento en Veracruz ¿Para quién?

Uno de los temas preferidos por los gobiernos locales y nacionales en México tiene que ver con la elección del mejor modelo de desarrollo posible, de la fórmula mágica que detonará el ansiado crecimiento que, como varita mágica acabará, con el desempleo, la pobreza y la desigualdad. Se realizan seminarios de académicos, conferencias de expertos, concursos y demás para encontrar la cuadratura del círculo. Sin embargo, al margen de los buenos deseos, dichos gobiernos lo único que hacen es plegarse al modelo extractivista, impuesto por las corporaciones internacionales, para administrar el saqueo de las riquezas naturales, la creación de empleos precarios y la depredación del ambiente.

En el caso de Veracruz, el gobierno estatal se ufana de promover el desarrollo económico y el crecimiento con proyectos como la construcción de hidroeléctricas en varias zonas del estado, que no es otra cosa que subordinar los intereses regionales y locales a las empresas internacionales que se dedican a la producción y distribución de energía eléctrica. La idea es producir energía a bajo costo y venderla lo más cara posible para obtener ganancias rápidas y astronómicas.

Para nadie es un secreto que las presas depredan a los ríos y a todos los ecosistemas que giran a su alrededor, debilitando su caudal y reduciendo la capacidad de riego para los campesinos y rancheros medianos de las cuencas, destruyendo la forma de vida de miles de especies animales y vegetales; pero además, como en el caso de Jalcomulco, pone en riesgo una floreciente industria de turismo extremo que depende de los ríos para ofrecer sus servicios y que ofrece mejores empleos y posibilidades de crecimiento a escala regional.

El modelo extractivista, como su nombre lo indica, está interesado en extraer en el menor tiempo posible la mayor cantidad de riqueza de las aguas, tierras y subsuelo de una región determinada sin considerar el impacto ambiental y humano mientras que disfruta de trato preferencial por nuestros gobiernos vía exenciones de impuestos y una mano de obra casi regalada. Por lo tanto, el impacto es predominantemente negativo pues la depredación va acompañada de la contaminación de todo el sistema ecológico, el cual tarda varias décadas y a veces siglos en recuperarse.

Sin embargo, el modelo extractivista representa para los gobiernos una excelente oportunidad para enriquecer a sus funcionarios -vía comisiones por concesiones de vastas zonas para su explotación- al mismo tiempo que obtienen encabezados en los periódicos y programas de televisión, de alto impacto mediático, en donde cacarean sistemáticamente los ‘beneficios’ para la población gracias a los ‘altos’ volúmenes de inversión que pretenden justificar sus administraciones y quedando como los salvadores de la patria.

La realidad nos demuestra todos los días que las inversiones extranjeras sólo buscan el lucro a costa de la naturaleza, los trabajadores y las sociedades en su conjunto. Lo que menos les interesa es que su inversión provoque un aumento en la calidad de vida de las personas y las comunidades a corto y mediano plazo. Al mismo tiempo, los gobiernos hipotecan el futuro, dejándoles a sus sucesores problemas que no serán resueltos fácilmente, provocando una mayor inestabilidad social y menores márgenes de gobernabilidad. Pero por lo visto eso es lo que menos les preocupa a nuestros gobiernos, empeñados en sacarse la foto y anunciar la llegada del mesías contemporáneo: el crecimiento. Si… el crecimiento de sus fortunas personales y las de los dueños de las grandes corporaciones internacionales.