jueves, 2 de mayo de 2013

Los maestros incómodos y la privatización de la educación

El veneno contenido en la reforma educativa empieza a surtir efecto. Al igual que con el golpe autoritario contra el Sindicato Mexicano de Electricistas, que tuvo como verdadero motivo el negocio de la fibra óptica- la embestida mediática y política en contra de la disidencia magisterial tiene la misión de generar condiciones para una privatización del sistema de educación básica, desplazando del escenario a los maestros ‘incómodos’. Esa y no la idea peregrina de la educación de calidad es el problema de fondo.

 Y si no me cree revise usted las recientes declaraciones de la Coparmex, que amarra navajas para 'salvar la educación' al proponer clases extramuros, pagadas por la derecha patronal. Su presidente, un tal Juan Castañón, en el colmo de la demagogia declaró: “No vamos a permitir que un grupo de personas con privilegios e intereses personales se imponga en detrimento del derecho de los niños y jóvenes a recibir educación” ¿Desde cuándo los empresarios mexicanos han defendido los derechos de las mayorías y los bienes comunes? ¿Desde que pretenden abrir oportunidades para hacer negocios y lucrar con los derechos sociales? ¿Habrá en nuestro país personas con más privilegios que los grandes empresarios?

Por parte de los gobernantes la cosa no cambia mucho. Un personaje que encarna la corrupción mejor que nadie, Emilio Chuayffet, declara que “no hay derecho contra el derecho” Supongo que se refiere al derecho de los poderosos a hacer lo que quieran y su jefe, el copete ensillado, suelta una amenaza velada al afirmar que “no va a permitir” presiones ni retrocesos. Remember Atenco. El desalojo de la autopista del Sol y su declaración asumiendo la responsabilidad del hecho no dejan lugar a dudas de su posición al respecto. El costo político no parece preocuparle ni mucho menos la posibilidad de un surgimiento popular en Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Michoacán. Tal vea así, calcula el presidente, pueda justificar más ampliamente la represión y desaparición de la corriente magisterial disidente al corrupto Sindicato Nacional Trabajadores de la Educación, que después de su descabezamiento no pasa por sus mejores momentos.

Así las cosas me pregunto: ¿No fue el estado mexicano y sus dueños, con el partidazo a la cabeza, el mayor beneficiado con la corrupción que auspició en los sindicatos en México? ¿No fueron ellos quienes fomentaron y fomentan la venta de plazas, las licencias indefinidas y el enriquecimiento de sus líderes a cambio de votos? ¿No fueron y son ellos quienes desvían los recursos públicos destinados a la educación básica para desmantelar las escuelas en las que estudiamos usted y yo, y que eran las mejores, responsabilizando a los maestros por el abandono y las paupérrimas condiciones en las que se encuentran?

Y ahora le pregunto a usted, indignado lector; ¿De veras cree que la reforma mejorará la educación? ¿De veras cree que Peña y Chuayffet tienen calidad moral para darse baños de pureza? De veras cree que los únicos responsables de la situación es de los maestros? ¿De veras cree que la privatización y los empresarios mantendrán la educación laica y mejoraran su calidad? ¿Está dispuesto a que un cura defina los planes de estudio de sus hijos y además tenga que pagar por ello? 

Deje de cargarle el muerto los maestros y dirija su mirada a los lobos disfrazados de ovejas, a los políticos y grandes empresarios a quienes les incomoda que los maestros se opongan a los planes de privatización largamente acariciados. Son ellos los que nos han llevado a la situación en la que nos encontramos con la finalidad de seguir mejorando sus ganancias. Suponer que los maestros son la fuente de todos los problemas en la educación básica es tratar de tapar el sol con un dedo y desviar la atención del verdadero origen del conflicto. La verdad no peca pero incomoda. Usted disculpe

¿El pacto o el reparto por México?

Transcurridos poco más de quince años de la reforma política de 1997 el saldo no puede ser más desalentador. En aquél año buena parte de los actores políticos lanzaron las campanas al vuelo imaginando el paraíso democrático a la vuelta de la esquina. Las dirigencias partidistas, que fueron las que se repartieron el pastel –aunque se desgañitaron diciendo que había sido un logro de la sociedad civil y la ciudadanía- auguraban el fin del autoritarismo. En ese momento se popularizó la idea de que el sistema de partidos mexicano había pasado, siguiendo la tipología de Giovanni Sartori,  del tipo hegemónico al pluralista moderado.
Hoy se sigue pensando que disfrutamos de un pluralismo moderado, en donde tres partidos definen el carácter de la competencia electoral, dejando atrás el control de un solo partido de toda la vida política de nuestro país. Sin embargo, el Pacto por México no deja lugar a duda que hemos regresado a los viejos tiempos, con el beneplácito de los partidos que más pujaron por enterrar la dictadura perfecta. Tal vez no a un sistema de partido hegemónico, en el cual un partido gana todo pero no es el único existente sino a un sistema de partido dominante, el cual se caracteriza por la coexistencia de varios partidos pero donde uno de ellos domina, impone su visión y su dinámica de la política y se convierte en el eje desde donde se reparte el botín político. Domina pero no tiene el control absoluto, por lo que se ve forzado a negociar, le guste o no.
¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Por qué los partidos políticos, otrora fieros adversarios, hoy se funden en acuerdos que privilegian las coincidencias, relegando sus principios programáticos e ideológicos? 
Desde la teoría, los partidos políticos en nuestros días se caracterizan por estar integrados por políticos profesionales, que más que promotores de principios ideológicos son simplemente gestores, intermediarios entre las demandas ciudadanas y los recursos materiales. La competencia electoral se convierte en un simple reparto de clientelas políticas y de recursos –siempre de origen público- para mantenerlas leales; la militancia deja de tener un lugar relevante en la vida interna de los partidos pues la rotación de las dirigencias se reduce a su mínima expresión. A este tipo de partido, Richard Katz y Peter Mair lo denominaron partido cártel. La misión de estos partidos es evitar la competencia entre propuestas políticas alternativas por lo que resulta casi imposible distinguirlas. Este hecho se expresa claramente en las campañas políticas, en las cuales la oferta política coincide siempre: seguridad y empleo. Tal vez difieran levemente en los caminos para llegar a las soluciones pero los problemas son los mismos.
En la realidad, el partido cártel no es más que la respuesta del régimen a un contexto de crisis económica severa que agudiza los conflictos sociales, provocando que los habitantes del país dejen de confiar en el estado y busquen soluciones propias. En otras palabras, la pérdida de legitimidad de las instituciones del estado liberal lo obliga a cerrarse sobre sí mismo, debilitado a tal grado que ya no logra gestionar con éxito las demandas populares, concentrándose entonces en mantener las garantías mínimas para que el modelo económico siga produciendo ganancias.
En semejante contexto, la clase dominante aprieta la soga y no le tiembla la mano para reeditar el autoritarismo, sólo que ahora tamizado por los medios de comunicación, el crédito al consumo y endeudamiento generalizado –incluidos los gobiernos- y el cinismo cotidiano. Y si eso no basta pues habrá que sacar el ejército a las calles para aplicar la fuerza cuando las circunstancias lo exijan. En esto último resulta evidente la coincidencia entre los partidos y sus dirigencias, tanto como al utilizar los programas de combate a la pobreza para fortalecer sus clientelas políticas, y si se puede en tiempos electorales mejor.
Es por eso que el pacto por México es más bien un reparto de México, por medio del cual los dueños de los partidos y del dinero se ponen de acuerdo sobre quien llevará la batuta para evitar que la sangre llegue al río y evitar que los gobernados se rebelen. El enemigo (partido) de mi enemigo (pueblo) es mi amigo, recordando al viejo Carl Schmitt que definió el criterio amigo-enemigo como la esencia de lo político. 
Ahora bien, dada la enorme turbulencia que provoca la crisis mundial contemporánea las cosas pueden cambiar de un día para otro y el pacto puede que no dure mucho, menos aún todo el sexenio. Al igual que los cárteles del narcotráfico, que pactan treguas para no afectar sus ganancias, los cárteles de la política han articulado un pacto para mantener su dominio. Sin embargo, como lo demuestran las continuas guerras entre los señores del narco, el equilibrio es siempre débil y cualquier cambio, por pequeño que sea, obliga a los actores a reconfigurar el escenario. En esas estamos.

El Vaticano elige a Latinoamérica como su principal campo de batalla

El ascenso de Jorge Mario Bergoglio al papado ha provocado en Latinoamérica reacciones encontradas: por un lado muchos están contentos porque el jefe del Vaticano proviene de Argentina y se considera que ello será benéfico para la región, aunque no queden muy claras las razones; para otros, sin embargo la noticia no puede ser interpretada más que como una muestra más de enorme crisis que enfrenta la iglesia católica y de sus intenciones de utilizar al subcontinente como punta de lanza para volver a ocupar el lugar que alguna vez tuvo en el ámbito internacional.
En mi opinión, el nombramiento del ahora llamado Francisco primero revela algunas claves para comprender la situación por la que está pasando la institución religiosa más fuerte en Occidente. En primer lugar, el ascenso de un obispo argentino se debe a que la iglesia católica sabe que en Latinoamérica está su principal bastión, pues no cabe duda de que al sur del Rio Bravo es en donde reside la mayor parte de su feligresía (40% del total) y que, a diferencia del continente europeo, cuenta también con el apoyo de varios gobiernos y de las oligarquías regionales. No es casual que la mayoría de los obispos latinoamericanos formen parte de la fracción más conservadora de la iglesia y que además hayan sido señalados repetidamente como aliados de dictaduras militares y gobiernos neoliberales.
Asimismo, y tomando en cuenta la tendencia en los pueblos de Latinoamérica a votar por gobiernos progresistas -que impulsan reformas para legalizar el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo y la posibilidad de que éstos puedan adoptar infantes- la iglesia católica pretende contar con un líder que conozca la región y pueda articular un frente organizado para contener la tendencia mencionada. Se trata entonces de fortalecer a los partidos de derecha que coinciden con el papa en bloquear cualquier iniciativa que atente contra los valores religiosos. En este sentido destaca la consonancia entre el discurso de Bergoglio con el de Enrique Peña, y en general con todos los gobiernos populistas de derecha, que colocan a la pobreza como el principal problema de la región. Esta afinidad no es casual y está encaminada a sintonizar la ofensiva derechista con la misión del Vaticano: inhibir cualquier protesta organizada de millones de católicos latinoamericanos y promover el voto hacia los partidos que coinciden en anatemizar cualquier intento e apartarse del canon católico y que además aplican la política económica neoliberal a rajatabla.
El estilo amable y austero de Bergoglio se ajusta perfectamente a la ilusión del Vaticano de dejar atrás los escándalos de pederastia y corrupción. No se puede descartar la posibilidad de que endurezca su posición con respecto a los Legionarios de Cristo o al mismo Opus Dei, congregaciones favorecidas por Karol Wojtyla y por su sucesor, Ratzinger, principales responsables de los escándalos que sacudieron y sacuden a toda la estructura vaticana alrededor del mundo. Se han difundido hasta el cansancio los hábitos de Bergoglio en la prensa mundial: viaja en clase turista, utiliza camiones y metros, se prepara su comida, etcétera, pero tales excentridades -los cardenales, en general, llevan un estilo de vida muy parecido al de un alto ejecutivo de una transnacional- no pueden ocultar sus visiones de la política -repetidamente denunciadas incluso por otros jesuitas con respecto a su postura frente a la dictadura militar en Argentina o incluso su crítica sistemática de las reformas de los Kirchner en la última década- ni mucho menos los intereses o los que responde.
Por todo lo anterior, queda claro que el campo de batalla para la supervivencia y la salud de la curia romana está en Latinoamérica y no en lejano Oriente o África. Y es aquí en donde procurará por todos los medios recuperar su debilitado poder, aliándose con las oligarquías regionales, terratenientes, militares y lacayos del capital financiero. Hoy más que nunca parece cobrar vida el viejo dicho que nos recuerda la dinámica del Vaticano para salirse con la suya: A dios rogando y con el mazo dando. 
En todo caso, la crisis de la iglesia católica viene de lejos y el nombramiento de un argentino como obispo de Roma no puede hacer milagros. Más bien parecen patadas de ahogado, esfuerzos vanos de una institución caduca que se resiste a cambiar y que se aliará con quien sea con tal de mantener la ilusión de su regreso triunfal. Antes de su nombramiento, los especialistas en el tema especularon con la idea de que el nuevo papa debería ser joven y enérgico para promover los cambios indispensables que sacaran a la iglesia católica de su decadencia. Sin embargo, el ascenso de Bergoglio –que tiene más de setenta años, ha sido señalado como cómplice de la dictadura argentina y se opone firmemente a reformas sociales- confirma que la cosa no tiene remedio. La decadencia de la iglesia católica no la para nadie.

Policías comunitarias, autodefensas y paramilitares en México.

La escalada de violencia que vivimos ha provocado una serie de fenómenos, algunos nuevos y otro no tanto, que han provocado discusiones y polémicas entre los actores sociales y las autoridades de los tres niveles de gobierno. Me refiero tanto al surgimiento como al redescubrimiento de grupos de ciudadanos armados en varios estados del país, incluyendo a Veracruz, que argumentan la debilidad y corrupción de las instituciones encargadas de mantener el orden y aplicar la ley como causa central de su existencia. 

Los críticos del fenómeno sostienen, tanto la ilegalidad de los ciudadanos armados como su eventual ineficacia para establecer condiciones aceptables en los niveles de seguridad pública, como ejes de su postura. Por el otro lado están los que consideran una prerrogativa constitucional el que comunidades y vecinos tomen las armas para mantener condiciones mínimas de vida digna. Sin embargo, parece existir una confusión en el uso de las palabras que se utilizan para señalarlos. 

Se coloca así en, el mismo saco aparente, a las policías comunitarias, los grupos de autodefensa y los paramilitares lo que genera confusión entre la opinión pública y la población en general. La confusión alimenta la idea de que los ciudadanos armados infringen la ley y deben ser tratados como criminales. Más aún: se les considera empleados del narcotráfico o de los caciques regionales que tiene la finalidad de crear conflictos y caos para favorecer intereses privados. Para contribuir a desenredar la madeja procuraré establecer diferencias en términos de su fuente de legitimidad y por ende de los límites de su actividad, tomando en cuenta la discusión que ha generado el tema en la opinión pública mexicana. 

Las policías comunitarias obedecen a las autoridades de los pueblos y comunidades, que mantienen operando sus propios sistemas normativos, llamados por algunos usos y costumbres. En este sentido no son un fenómeno reciente, ya que en el sistema de cargos de las comunidades indígenas existe la figura del guardián del orden, quien puede detener al supuesto delincuente pero está obligado a remitirlo a las autoridades locales, quienes a su vez los ponen a disposición del ministerio público. No reciben un salario por sus actividades – la comunidad les proporciona alimentos refugio- y las armas que utilizan normalmente son de su propiedad y no son de uso exclusivo del ejército. La cantidad de miembros de las comunidades que se han incorporado a dichos órganos ha crecido acorde con el nivel de violencia. En todo caso su legitimidad descansa, en última instancia, en el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo así como en la constitución mexicana. 

Los grupos de autodefensa, por su parte obtienen su legitimidad de un grupo de la comunidad y por lo tanto no tienen la obligación a rendirle cuentas de sus acciones a los consejos o asambleas. Al identificar una amenaza, miembros de la comunidad deciden armarse para enfrentarla y hacer justicia según les parezca, aunque siempre en nombre de los habitantes de su región o localidad. El armamento utilizado puede incluir armas de alto calibre y, en teoría no reciben un pago por su trabajo. Empero y debido a las características mencionadas pueden ser cooptadas por los poderes fácticos de la región donde operan, convirtiéndose así en grupos paramilitares. Su legitimidad proviene de sí mismos y de su posición frente a la amenaza identificada. 

Los paramilitares son lo que comúnmente se conocen como guardias blancas -grupos de individuos armados por los grupos de poder en la región: terratenientes, comerciantes, autoridades y delincuencia organizada. Su legitimidad es nula pues responde a los intereses de sus mecenas y por lo tanto sólo les rinden cuentas a ellos. Si bien pueden estar integradas por miembros de las comunidades de la región no titubean para atacarlas y saquearlas si esas son las órdenes del jefe. Se les llama paramilitares pues actúan de manera paralela a las fuerzas armadas, recibiendo de éstas apoyo logístico, entrenamiento y armas. Su jerarquía está claramente inspirada en el orden militar y utilizan armamento sofisticado. 

Como se ve, las policías comunitarias son las que están más cerca de la población, de las comunidades y pueblos, como fuente de legitimidad. Por su parte, los paramilitares se encuentran en el punto opuesto: su razón de ser es precisamente agredir los intereses comunes y defender los particulares. Sólo obedecen al dinero, que es a final de cuentas lo que los motiva a actuar. En medio se quedan las autodefensas, quienes fácilmente pueden desplazarse a cualquiera de los extremos en función de la coyuntura que se presente. 

Los tres grupos de ciudadanos armados han aparecido en los últimos años pero no pueden ser puestos en el mismo saco con el argumento de que sólo el estado goza del monopolio de la violencia legítima. Dadas las circunstancias, resulta imposible negar la necesidad de pensar en nuevas formas de mejorar la seguridad, sobre todo involucrando a las reales o potenciales víctimas. Insistir en que las fuerzas armadas deben ser las únicas encargadas de mantener el orden es simplemente negar los grandes obstáculos que enfrentan, que parecen insalvables y muy costosos. Hoy más que nunca resulta indispensable imaginar nuevas opciones por lo que las policías comunitarias no deben ser descartadas o peor aún, satanizadas, en aras de respetar un debilitadísimo estado de derecho. Hacerlo no detendrá la espiral de violencia en que vivimos y favorecerá, si se quiere de manera involuntaria, a los grupos de poder, legales o ilegales.

Hugo Chávez y el sueño bolivariano

Estamos comenzando a mirar lo que el padre libertador
imaginaba: una gran región donde debe reinar la justicia, 
la igualdad y la libertad.
Marzo 2006, durante la inaguración de la central
hidroeléctrica Caruachi, Edo. Bolívar, Venezuela.


La muerte del presidente electo de Venezuela, Hugo Chávez, obliga a una reflexión sobre la historia de Latinoamérica a partir del legado de Simón Bolívar pero también de la revolución cubana y de las luchas por la autodeterminación de los pueblos. La relación ideológica que parte de los procesos de independencia a sur del río Bravo, pasa por la gesta de Martí y luego la de Fidel Castro para desembocar en pleno siglo XXI en la revolución bolivariana. Los esfuerzos de los países de la región por conformar una alianza que les permita navegar con cierta gracia por las embravecidas aguas de la coyuntura internacional forman parte del sueño bolivariano.

Si bien las distancias entre el siglo XIX y el actual son enormes, en ambas épocas se planteó claramente la idea de que los países latinoamericanos estrecharan relaciones para evitar así el dominio de los imperios, hoy convertidos en voraces corporaciones internacionales. En la mente de Bolívar no estaba solamente la viabilidad económica sino también la cultural, base de la riqueza y particularidad de la región. Hoy, a casi dos siglos de la gesta del libertador, las cosas no han cambiado mucho, más bien han empeorado, por lo que su proyecto cobra una dimensión mayor.

A la muerte de Bolívar, la antorcha del latinoamericanismo fue sostenido por José Martí, ese gigante que en su infinito amor por Nuestra América, como llamaba a nuestros países, logró mantener viva la llama; su trágica muerte dejó la simiente de la revolución cubana. La enorme influencia de este proceso en toda la región articuló la resistencia a las ambiciones yanquis de dominación y, contra todo pronóstico, se mantuvo vigente. Cuba estuvo presente en los últimos cincuenta años y su pueblo ofreció una lección de valor y autonomía que fructificó allende las fronteras de Latinoamérica. Su crítica al imperialismo y su modelo socioeconómico es y debe ser criticado, pero sus logros no pueden medirse sólo por su éxito o fracaso en términos de desarrollo económico. Su gran aportación al sueño bolivariano fue haberlo mantenido vivo, vigente, siendo solidario con todos los movimientos populares que se fundaron en la certeza de que la libertad no puede vivir sin la igualdad; que los destinos de un pueblo no pueden ser diseñados en una oficina de algún país del primer mundo.

La prueba de lo anterior fue precisamente la revolución bolivariana en Venezuela, que inspirada en tales ideales, ofreció al mundo la prueba de que el modelo cubano seguía dando frutos. Pero además, el aporte venezolano a este proceso fue enorme pues logró llegar al poder por la urnas y no por la guerrilla foquista; manteniendo relaciones comerciales con EEUU y con el mundo, evitando así el infame bloqueo que no pudo poner de rodilla al pueblo cubano. Y si bien en un principio intentó un golpe de estado, el fracaso demostró y exigió otra forma de llegar al poder, más acorde con los tiempos.

El socialismo venezolano fue entonces un avance en la resistencia al imperialismo pues anuló la posibilidad de una invasión yanqui con el pretexto de salvaguardar la democracia. El pueblo venezolano dio una gran lección de madurez política al mundo, manteniendo las formas y al mismo tiempo, abriendo la puerta a un proceso social que aun no termina. En medio de todo eso, la figura de Hugo Chávez se levanta y se impone. Sin negar que los procesos históricos son producto de todos, el liderazgo, la voluntad y la confianza de Chávez en el sueño de Bolívar lo pone  la altura de sus antecesores en la búsqueda de un mundo más justo.

Proveniente del pueblo llano, Chávez nunca renegó de su origen; lo utilizó para enfrentar una y otra vez los ataques y descalificaciones de la burguesía local y sus patrones. Y si bien podemos compartir o no su estilo y sus desplantes, su alegría y su empuje, los resultados están a la vista de todos: Venezuela es hoy un país más justo y su pueblo goza de un nivel de vida que muchos pensaron imposible. Pero además ha mantenido viva la llama del viejo proyecto del libertador de América. Les ha dado a los pueblos de Latinoamérica la esperanza en el futuro y al sueño bolivariano lo ha actualizado y vuelto realidad en nuestros días. Por eso exclamo sin rubor: ¡Hasta siempre comandante Hugo Chávez!

El levantón de la maestra y el futuro del magisterio

Las reacciones de la opinión pública con motivo de la detención de Elba Esther Gordillo pueden fácilmente clasificarse en dos grupos: las optimistas y las escépticas. Para los representantes de las primeras, finalmente ha llegado la justicia al magisterio y la educación en México va a despegar, olvidando que la hoy acusada de lavado de dinero llegó al poder sindical en una maniobra similar, más de veinte años atrás, sólo que ahora ella es la víctima. Para los escépticos, las cosas no van a cambiar nada y la corrupción e impunidad seguirán siendo la moneda corriente en la vida sindical, pasando por alto el significado político de la acción punitiva y su impacto en los trabajadores de la educación.
La maniobra política-gangsteril de dar un golpe de mano para mejorar la imagen del gobernante en turno, en realidad no es otra cosa que una muestra de debilidad. El general Cárdenas la utilizó para sacarse a Calles de encima y empezar a gobernar sin interferencias; fue el inicio del presidencialismo mexicano, ni más ni menos. En su momento, Carlos Salinas echó mano del recurso para cerrar filas en un partido que no confiaba mucho en él y, sobre todo, para debilitar la movilización popular provocada por el fraude electoral.
En el fondo estaba la debilidad de un presidente que, por medio de maniobras espectaculares con alto impacto mediático, quería imponerse a la clase política que encabeza y mejorar su imagen entre la población. La pregunta queda en el aire: ¿Qué tan efectiva será la detención de la Gordillo para tales fines políticos? Porque de una cosa podemos estar seguros: ni va a mejorar la educación, ni la corrupción va a desaparecer del sindicato como afirman los optimistas. Pero tampoco puede pensarse que el reacomodo entre la burocracia sindical y partidista no va a tener consecuencias, sobre todo para los maestros.
El levantón de la maestra –digo levantón porque la detención está lejos de guiarse por el sentido de la justicia; si ése fuera el principio inspirador las cárceles no se darían abasto para alojar a miles y miles de funcionarios y líderes sindicales que utilizan el dinero público o el de sus agremiados para beneficio personal- entonces, no es más que una acción motivada por la reconfiguración de la clase política nacional para fortalecer al presidente y su grupo cercano Pero, al mismo tiempo, es una muestra del espíritu autoritario y revanchista que forma parte del estilo personal de gobernar de Peña. Su destinatario natural son los propios priístas y  la población en general. Coopelas o cuello, parece decirles Peña a sus colegas… y a sus gobernados.
Al mismo tiempo, el levantón le permite al copete ensillado quedar bien con la derecha aglutinada alrededor de Claudio X. González, promotor de la calidad de la enseñanza con fines privados, of course; con las transnacionales de la educación, que se frotan las manos con la posibilidad de promover sus intereses en el ramo; y con todos los ciudadanos que creen que la educación en México, una vez desaparecida su principal líder sindical, llegará a la tierra prometida: la calidad en la enseñanza básica. No se trata entonces de un reacomodo de ideas o principios sino de lealtades, que apuntalen un gobierno que no las tiene todas consigo y que enfrenta una grave crisis estructural. Si no se puede mejorar la calidad de vida de las mayorías, o mejor dicho, no se pretende hacerlo, será necesario contar con alianzas dentro y fuera del país, que le cubran la espalda al gobernante frente a lo que viene: mayor pobreza para el 99% aderezada con la necesaria impunidad de los dueños del dinero y sus empleados para que todo siga igual.
Los tiempos que vivimos no son los del cardenismo o los del salinismo, por lo que resulta difícil pensar en que la vieja receta surtirá el efecto deseado. La sociedad mexicana ha visto demasiadas simulaciones como para tragarse la píldora sin chistar. Pero ¿Qué van a hacer los maestros? Son ellos los que pueden cambiar el significado de esta coyuntura. Las consecuencias del levantón para los maestros no son nada halagüeñas, tomando en cuenta el espíritu de la reciente reforma constitucional en materia educativa. ¿Surgirá una corriente que procure incrementar la autonomía y la democracia sindical? ¿Lograrán impedir el nombramiento de otro líder corrupto y servil al poder?

miércoles, 27 de febrero de 2013

El halconazo en la Universidad Veracruzana

El anuncio, por parte del rector  de la Universidad Veracruzana (UV), de la eventual realización de un estudio de opinión para mantener o desaparecer el equipo de basquetbol profesional parece reunir todas las características de una simulación. Con la intención de cerrar su larga y desafortunada estancia en la rectoría, Raúl Arias, se propone echar mano de las encuestas para defender su proyecto de universidad, que no parece ser otro que el de las universidades privadas yanquis, que apuestan a la publicidad proporcionada por sus logros deportivos para mantener una imagen de ganadores.

Sobra decir que el mantener un equipo profesional de basquetbol, que entre 2008 y 2011 ha consumido 268 millones 570 mil 976 pesos, no tiene la intención de ampliar la demanda de sus servicios educativos sino simplemente, al decir del rector, de promover el deporte. No puede decir otra cosa pues el crecimiento de la capacidad de la UV para absorber la demanda educativa ha sido nula, si se toma en cuenta que cada vez más jóvenes se quedan fuera de la universidad. 

Pero eso no parece importarle a Raúl Arias que, aferrado a su visión personal de lo que debe ser la universidad, no tiene empacho en declarar que no hay dinero, por ejemplo, para el mantenimiento de la USBI o del Hospital Universitario. Restricciones presupuestales les llama, con el cinismo típico de la burocracia universitaria. 

Pero volviendo al tema de la simulación del anunciado estudio de opinión, el coordinador general del Centro de Estudios de Opinión y Análisis de la UV, Claudio Rafael Castro López, dio los detalles de la farsa. Para empezar no será uno sino dos estudios de opinión: uno que será sólo para la población de Xalapa y otro para la comunidad universitaria de todos los campus de la UV. Y claro, en fechas diferentes: el de Xalapa -dirigido a la población en general- del 25 de febrero al primero de marzo, o sea ya, con lo que se limita la posibilidad de abrir espacios de discusión y análisis; y el estatal –para toda la comunidad universitaria- entre el 11 y el 22 de marzo. 

Eso sí, el método de selección será estrictamente aleatoria, faltaba más. Pero con todas las mañas que les conocemos a los encuestólogos cuesta trabajo creer que así sea. Máxime que en la consulta estatal participarán tanto maestros, como funcionarios y personal administrativo. Y para colmo, falta ver las preguntas que comprenderán el ‘ejercicio eminentemente estadístico’ que, por lo que se ve, estarán orientadas a medir la percepción del éxito del equipo y no las consecuencias negativas del enorme costo del mismo en la misión esencial de la universidad.

Los resultados de la simulación serán dados a conocer a principios de abril, o sea una o dos semanas después de recabar la información, a pesar de que se utilizarán metodologías de vanguardia. Todo con la intención de responder a las demandas de los estudiantes de Humanidades, que el año pasado lograron que el rector se comprometiera a realizar la consulta. La simulación tiene entonces dos objetivos: demostrar la ‘sensibilidad política’ del rector para con las demandas de la comunidad universitaria, y además reafirmar su compromiso con la ‘democracia’. No cabe duda de que todo el proceso será una simulación, una manipulación descarada para obtener el resultado deseado a costa de la misión fundamental de la UV. Un halconazo virtual pero efectivo para imponer la voluntad de la burocracia universitaria y burlar las demandas de la comunidad estudiantil.