El
partido de futbol que jugó ayer la selección mexicana contra su similar de
Dinamarca, en Phoenix, Arizona, no deja lugar a dudas de que el tricolor no es
más que la empresa de los dueños de los equipos de futbol profesional en
México, agrupados en la Federación Mexicana de Futbol (FMF). Motivados por su
sed de ganancias, a los empresarios de la FMF no les importó elegir la ciudad y
el estado de la Unión americana que en 2010 aprobó la polémica la Ley SB1070,
la cual se distingue por estar inspirada en principios racistas.
La
ley en cuestión generó un amplio movimiento de protesta, no sólo entre los
migrantes que viven y trabajan en Arizona, sino también entre las
organizaciones defensoras de derechos humanos en ambos lados del Rio Bravo.
Señalada por atentar contra la dignidad de los trabajadores migrantes, la ley
se caracteriza por permitir que cualquier empleado de la policía, local o del
estado, pueda detener a cualquier persona por su apariencia física -independientemente
de que haya cometido un ilícito o tenga intención de hacerlo. La medida ha
desatado una cacería de brujas al mejor estilo del fascismo alemán, que en su
momento detenía a personas por el sólo hecho de parecer o llevar un apellido de
origen judío.
Pero
lo anterior no fue considerado por la FMF y menos por el entrenador de la
selección, el “Chepo” de la Torre, que prefirió pasar por ignorante
(“… no estoy tan empapado de todo este tipo de circunstancias que pasan
con nuestros paisanos…”) a arriesgar sus enormes ganancias como director
técnico. Después de todo es un simple empleado de la FMF. Y de los jugadores ni
se diga; están más ocupados en cobrar sus regalías -por el alto honor de
representar a sus patrones y no a los colores y símbolos que portan en la
camiseta- que al público al que se deben y del que sale el dinero que se
embolsan, A lo más que llegaron, como declaró Carlos Salcido, fue a reconocer
que “Sabemos que la gente que está acá ha pasado por algo fuerte, algo difícil”
Y manifestó lo anterior porque parte de su familia emigró los Estados Unidos.
Cuando menos no se hizo el tonto como el Chepo.
Sin
embargo, grupos de activistas mexicanos residentes en Arizona han iniciado una
campaña para boicotear el espectáculo. Entre sus argumentos destaca la
posibilidad de que a la salida del estadio, las autoridades locales se dediquen
a detener a toda persona que parezca sospechosa. Los activistas insisten en que
el boleto que compre un migrante para asistir al partido podría ser un boleto
para su deportación. Consideran una aberración que, además de una posible
cacería de mexicanos al término del encuentro, el 10% de las ganancias por
concepto de entradas vayan a parar a las arcas del estado de Arizona.
Las
televisoras mexicanas -parte fundamental de la FMF, ya que poseen varios
equipos de la primera división- han sido muy cuidadosas para evitar cualquier
comentario al respecto. Más bien han estado alentando a las personas, con toda
suerte de argumentos nacionalistas, para que asistan al estadio sin considerar
las consecuencias que esto pueda acarrearles a sus compatriotas. Por ello no
queda más que reconocer que la selección nacional, al igual que otras empresas
‘nacionales’, no es más que - a contrapelo de lo que dicen los merolicos de las
televisoras- el equipo de todos… los socios de la FMF y no representan precisamente de los
habitantes del país.