martes, 22 de septiembre de 2009

La matanza de Acteal sigue esperando justicia.

La decisión de la Suprema Corte de Justicia que dio paso a la liberación de algunos de los indígenas chiapanecos encarcelados por su participación en la matanza de Acteal nos demuestra, una vez más, que sus integrantes están para garantizar la impunidad de los crímenes cometidos por el Estado mexicano y no para proteger a la ciudadanía de los abusos de poder. Con el argumento de que los procesos judiciales contenían serias irregularidades los magistrados cerraron la última puerta para posibilitar el esclarecimiento de la matanza.

Concediendo que los procesos judiciales en cuestión hayan estado mal integrados –probablemente con la intención de ocultar la verdad- la resolución de la Corte ignoró el problema de fondo, que fue el involucramiento del ejército federal, de la policía estatal y de todo el aparato de los gobiernos federales y estatales en la matanza. Si se hubiera tomado en cuenta lo anterior, los magistrados debieron haber sugerido la reposición de los procesos pero la idea era precisamente cortar de tajo la posibilidad de que la verdad saliera a la luz.

La importancia del caso obligó al Estado mexicano a utilizar todos los recursos a su alcance: la ofensiva mediática que iniciaron el año pasado los intelectuales afines al poder, encabezados por Héctor Aguilar Camín y su grupo; la defensa de los presuntos responsables de la matanza por el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE); al propio poder judicial para acabar de una buena vez con el problema; y la manipulación de la opinión pública por medio de reportajes en radio y televisión mostrando a los victimarios como víctimas.

El crimen de Estado tiene la misión de enviar un mensaje contundente a la ciudadanía, subrayando los límites de la participación política -en particular de los movimientos sociales- que desafíe a las políticas públicas y los proyectos de desarrollo oficiales. Pero además posee la virtud de demostrar la magnitud del castigo y la nula posibilidad de utilizar las instituciones de la república para lograr el esclarecimiento de los hechos. Por lo que toca a la matanza de Acteal, el Estado simplemente quiso imponer la versión más cómoda: la violencia fue producto de un pleito de indios. Con ello confirmó la estrategia de una guerra de baja intensidad en Chiapas, con el objetivo dividir y enfrentar a los integrantes o simpatizantes del movimiento neozapatista, y por el otro lado, de cara al resto del país, de la barbarie que impera entre los indios del sureste mexicano y la necesidad de domesticarlos, por la buenas o por las malas.

Así las cosas queda claro que el poder judicial no está para hacer justicia; está para apoyar al poder en lo que sea necesario, incluso garantizándole impunidad. Así que nadie se sorprenda del fallo. La sorpresa hubiera que hubieran hecho lo contrario. Mientras tanto, en Acteal siguen esperando justicia.

lunes, 21 de septiembre de 2009

¿Para que se festeja la independencia nacional?

Con la cruda moral -que no etílica- de los festejos de nuestra maltrecha independencia nacional, parece inevitable reflexionar acerca del significado de la principalísima festividad cívica en este país.

Salta a la vista, en primer lugar, la fastuosidad y el dispendio de nuestros gobiernos por celebrar lo que, dadas las circunstancias, resulta comprensible pero inútil. Se entiende que la clase política y los dueños del dinero atrás de ellos se preocupen por cultivar y motivar el amor a la patria, pues gracias a dicho sentimiento la ciudadanía estará más dispuesta a apretarse el cinturón y apechugar con las medidas draconianas que están por venir: ¡sacrifícate por México! aunque no todos se aprieten el cinturón por igual y algunos, más bien, estén pensando en agregarle un agujero más para que quepa lo que se van a embolsar vía transferencias de recursos públicos, regímenes fiscales especiales o aumentos de sueldos y bonos.

Pero toda la parafernalia nacionalista no dura más de un día pues al siguiente, o sea hoy, las cosas retoman su curso y la realidad se impone sin miramientos. Y esa realidad es el franco y evidente sometimiento de los intereses nacionales (sea esto lo que usted quiera) a las necesidades del capitalismo internacional y su maltrecha cabeza, los Estados Unidos. No faltan los ingenuos que se preguntan ¿por qué en los países de primer mundo los impuestos bajan y los estímulos al consumo aumentan, mientras que en este país sucede lo contrario? Pero que esperaban. ¿Hasta cuándo se va a asumir que la existencia de un sistema económico interestatal impone funciones ineludibles para los países subordinados? Que el 80% de la riqueza producida en el mundo está para financiar el enorme déficit fiscal del gobierno estadounidense.

En este sentido, la misión de la exacerbación de los sentimientos nacionales por medio de festejos de relumbrón, radica en ocultar la subordinación sistemática de las economías y los gobiernos nacionales periféricos a los intereses de las corporaciones internacionales. Miénteme pero no me dejes, parecemos decirle a ésa construcción social llamada México, mientras devoramos los chiles en nogadas, el pozole, las garnachas y los regamos con generosas porciones de tequila. De otro modo tendríamos que reconocer la dura verdad de que la soberanía nacional es un cuento chino de los mandones para sacarnos más jugo. Y ésa es la cruda moral a la que me refiero. ¡Salud!

¿Para qué empeñar el futuro?

Para enfrentar la crisis económica, la economía familiar tiene dos opciones: bajar el nivel de consumo o empeñar el futuro (léase, por ejemplo, abandonar la idea de que todos los hijos irán a la universidad) para seguir pagando las mensualidades del automóvil, los tiempos compartidos en alguna playa del país, o los pagos de la tarjeta de crédito. O sea, hoy nos la pasamos bien; mañana quien sabe. Ese es el dilema que buena parte de las familias mexicanas tienen que asumir hoy.

Bueno, pues lo mismo está pasando con el gobierno del estado de Veracruz, que en lugar de bajarle a la renta de espacios en televisión para promover a sus dirigentes, a los sueldazos de funcionarios de todos los colores, más viáticos, bonos y lo que se acumule, han decidido bursatilizar los ingresos futuros para salir del bache.

¿Que diablos es eso de al bursatilización? Muy fácil: vender los ingresos del futuro para gastarlos hoy. Esto es muy grave pues la administración actual está extralimitando su periodo de gobierno, ampliando su presupuesto con dinero que le está quitando a las futuras administraciones. En términos financieros es cavar un pozo para tapar otro. En términos políticos es ampliar su mandato utilizando ingresos públicos que no le corresponden.

Ni para que entrar en el tema de para que se va usar ese dinero. Baste decir que lo que se está haciendo es simplemente cubrir los huecos de los gastos que dejaron las elecciones pasadas con dinero que no le pertenece a la administración actual. Al igual que parte de las familias mexicanas –aquéllas que tienen el dudoso privilegio de contar con crédito- el gobierno veracruzano se va por el hoy despreciando el mañana.

La pregunta prevalece: ¿Por que un gobierno que sólo tiene seis años dispone de los ingresos de los próximos diez o veinte años? Una cosa es segura: no van a ser ellos los que rindan cuentas de la crisis financiera de las próximas administraciones. Y al final vamos a ser usted y yo los que paguemos los platos rotos.

Entiendo que los padres de familia se la jueguen empeñando su futuro. Después de todo es su dinero y su futuro. Pero ¿con que derecho los políticos de hoy disponen de los recursos públicos de mañana y del futuro de la sociedad veracruzana en su conjunto? Esto sin mencionar el jugoso negocio para las bolsas de valores, que se dedicarán a especular con recursos públicos. Al final salen ganando nuestros representantes y los financieros internacionales. Unos porque contarán con más margen de maniobra para promover sus propios intereses políticos; los otros ganando millonadas con dinero público barato. Lo que resulta evidente es el desprecio por el sentido común, tanto en la esfera privada como en la pública, y el triunfo del corto plazo pues en el largo plazo todos estaremos muertos.