jueves, 2 de agosto de 2012

La reforma al 24 constitucional revive la pugna entre el estado confesional y el estado laico.

En medio de la autocomplacencia de la clase política veracruzana por la aprobación unánime en el congreso local del nuevo código electoral – de la que nos ocuparemos en otra ocasión- se ha dejado de lado un tema mucho más importante: la reforma al artículo 24 constitucional. Sin rubor alguno, las autoridades católicas del estado han estado cabildeando para lograr abrir la puerta eventualmente al regreso de un estado confesional en México, mientras que los diputados locales esperan la instrucción del gobernador.
Con la llegada de la derecha partidista al gobierno federal, la vieja lucha entre conservadores y liberales cobró fuerza, sobre todo porque congregaciones como los Legionarios de Cristo y organizaciones fascistas como El Yunque se convirtieron en minorías influyentes al interior del PAN y del gobierno federal. Fue así como en el Congreso de la Unión aparecieron varias reformas impulsadas por estas facciones, entre las que destaca la propuesta para reformar el artículo 24 constitucional.
Irónicamente la propuesta de reforma fue impulsada por un diputado priísta de Durango, José Ricardo López Pescador -lo que más que ocultar al verdadero beneficiario, la iglesia católica, evidencia la profunda derechización de un partido otrora defensor del estado laico.
La reforma objeto de éstas líneas tiene como finalidad el reconocimiento explícito de la libertad religiosa y ha sido objeto de fuertes críticas, incluso por dirigentes de otros cultos religiosos que compiten en el mercado de la fe, los cuales señalan a la iglesia católica como la más beneficiada con la eventual aprobación.
Más allá de que la reforma sea la primera parte de un proyecto más amplio, las críticas centrales se concentran en dos cuestiones: la primera es que la libertad de convicciones éticas supone que las no éticas serán ilegales; pero el problema de fondo tiene que ver con la pregunta: ¿Quién y cómo decidirá cuáles convicciones son éticas y cuáles no? Porque precisamente una de las características del estado confesional es su capacidad para definir cuáles son las creencias aceptadas, cuáles son las convicciones correctas.
La reforma ha sido aprobada por El Congreso de la Unión con el voto de las bancadas del PRI y el PAN, pero para que se integre al texto constitucional tiene que ser aprobada por dos terceras partes de las legislaturas de los estados de la república. Hasta el momento las legislaturas de Baja California, Coahuila, Oaxaca, Michoacán y Morelos la han rechazado mientras que el estado de México y Durango la aprobaron.
Los analistas laicos coinciden en señalar que, si bien sus alcances son limitados, no puede ser ignorado el hecho de que la iglesia católica no se va a conformar sino que seguirá abogando por incrementar su capacidad para impulsar el regreso de un estado confesional pero ocultándolo con el velo de la promoción de los derechos humanos.  Su aprobación desencadenaría un efecto dominó que obligaría a reformar otros artículos de nuestra Carta Magna, entre ellos el tercero.
La moneda está en el aire y aunque la reforma sea rechazada por las legislaturas locales sólo se habrá ganado una batalla pero el conflicto permanecerá, ya que la iglesia católica seguirá soñando con el regreso de un estado confesional y no faltarán partidos políticos y camarillas que lucren con la posibilidad para obtener beneficios a corto plazo. Lo que está en juego no son los derechos humanos sino los beneficios políticos y económicos que implican el fin del estado laico. Lo que está en juego es simplemente la existencia de la nación.

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