viernes, 23 de octubre de 2009

La ley K, contra los monopolios mediáticos.

Si en los años de la guerra fría los ejércitos latinoamericanos, asesorados o azuzados por el Pentágono, fueron la punta de lanza para la defensa de los intereses oligárquicos en la región, hoy por hoy son los medios de comunicación y los merolicos de los noticiarios televisivos los encargados de ir al frente en la defensa de los poderosos. La tortura física a destacados miembros de la sociedad civil o el toque de queda no han desaparecido como métodos para promover el miedo (véase el caso de Honduras) pero han sido gradualmente sustituidos por la manipulación masiva que las televisoras realizan sobre la población 24 horas al día.

La estrecha relación que guardan los medios, en particular la televisión, con la clase dominante y la política en Latinoamérica y el mundo es inocultable. La llegada al poder político de Collor de Melo en Brasil o la de Berlusconi en Italia demuestran que una de las armas más importantes para imponerse en las elecciones es contar con el favor de los medios de comunicación. Aquí en México, las elecciones del 2006 demostraron que la tendencia a que los medios sean un actor político central e incluso inclinen la balanza a favor de tal o cual candidato fue más que evidente.

En ese sentido, la ley de medios que ha sido aprobada recientemente en Argentina me parece una reacción positiva al crecimiento perverso del poder mediático en nuestras sociedades. Y además lógica; si lo que se procura en la democracia es proteger a las minorías de la aplastante mayoría, habrá que darles voz a esos grupos vulnerables para hacerse escuchar y defender sus intereses.

El que la ley K -como ha sido llamada en alusión a la presidenta Kirtchner- divida el espectro radioeléctrico en tres áreas, la pública, la privada, la social, y limite la cantidad de concesiones que puede tener cualquier persona o grupo empresarial para evitar la concentración de medios y de poder, no es más que el reconocimiento de la necesidad de acotar la tendencia a la monopolización de los medios masivos de comunicación.

Lamentablemente en México vamos al revés. En lugar de abrir el espacio radioeléctrico, el gobierno federal se empeña en mantener los monopolios a cambio de que promuevan sus objetivos personales. Al mismo tiempo ataca sin miramientos a las radios comunitarias y cualquier grupo que tenga la intención de limitar al duopolio mediático.

En todo caso la ley K representa una acción importante para reflexionar acerca de los medios de comunicación que queremos y que necesitamos. Su concentración atenta contra la paz social, pues acalla la diversidad social e impone la visión de los fuertes, agravando el malestar social y desigualdad. Las y los argentinos ya empezaron a caminar en dirección opuesta. Y nosotros, ¿hasta cuándo?

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