miércoles, 4 de junio de 2008

El poder de su firma

Por muchos años la inmensa mayoría de las y los mexicanos no contaron con el dudoso privilegio de ser sujetos de crédito. Tenerlo era sólo para unos cuantos y aún hoy, la publicidad rodea a las tarjetas con un halo de prestigio y poder. A lo más que se podía aspirar era a pedir fiado en la tiendita de la esquina. En los años ochenta las cosas empezaron a cambiar y de repente casi cualquier persona con ingresos comprobables podía solicitar vivir la ilusión de comprar con el poder de su firma.
Los mecanismos para crear la ilusión de gastar lo que no se tiene sin consecuencias aparentes son bien conocidos. Para empezar, basta casi desearlo para recibir en su domicilio su tarjeta, lista para usarse. Al llegar al centro comercial o supermercado se encuentra con que infinidad de bienes pueden ser adquiridos en mensualidades fijas, lo que genera la ilusión de no pagar intereses. La víctima del engaño calcula cuanto tiene que pagar por mes y claro que le alcanza. Esto sin mencionar que no es lo mismo firmar un papelito que contar los billetes; como que se siente menos el gasto. El problema viene cuando después de comprar varios artículos a plazos, muchas veces innecesarios, ya no le alcanzará su ingreso para mantenerse al tanto. Pero no se preocupe ya que sólo cubriendo el pago mínimo podrá seguir gastando. No se le ocurra calcular los intereses que genera lo que queda a deber porque es una operación complicada y dolorosa. Así que sigue pagando el mínimo y cavando su tumba, pues al hacerlo sólo paga los intereses, mas una mínima cantidad del total de la deuda nominal, convirtiéndose en un peón acasillado, pero en pleno siglo XXI .
Llega el momento que ya no puede pagar ni el mínimo y entonces viene su salvación, muy a su pesar. Le cancelan la tarjeta y lo boletinan en el buró de crédito -especie de santa inquisición de los bancos- inhabilitándolo, por los próximos siete años, para ser sujeto de crédito en todo el país, pero no le embargan ni mucho menos lo meten a la cárcel. Algunos se empecinan en pagar, aun a costa de la manutención de su familia; otros lo toman como viene y regresan a su nivel de consumo habitual. En todo caso, ya lo bailado ni quien se los quite. Lo peor de todo es que resulta un gran negocio para los bancos, a pesar de que cada vez son más lo que no pueden pagar. Así que ¿qué espera? solicite su crédito y disfrute del poder de su firma. Gaste hoy y pague después... si puede.

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