sábado, 14 de junio de 2008

De mascotas y crisis alimentaria

Un síntoma común del absurdo consumista en nuestra sociedad es el poseer una mascota. Si antes tener un perro o un gato tenían que ver con la seguridad o el control de plagas, hoy ya sólo sirven para demostrar el poder adquisitivo de su propietario y de paso para tapizar calles y parques con excremento. Porque una cosa es salir a la calle acompañado del animalito y otra muy distinta recoger sus deshechos; como que se pierde el glamour.
Lo primero que la persona considera es que clase de perrito que le puede servir para tener prestigio en la colonia. Hay que averiguar sobre las distintas razas, no para saber que existen perros de trabajo y de compañía, sino para ver cual le parece mas bonito. Así, nos encontramos el vecino que vive en un departamento de 80 metros cuadrados y tiene un mastín, mientras que el que tiene un jardín enorme, tiene un chihuahua. Eso sí, los dos son de pedigree, si no que chiste.
Luego hay que rodearlo de toda la parafernalia que ofrece el mercado para los canes; desde vacunas y alimentos especiales (se acabaron los tiempos en que el animalito se comía las sobras de la comida) hasta la cama más confortable o su casita, la ropa adecuada para que no se resfríe y se vea mono; sus juguetes, el cepillo de dientes, de pelo y el shampoo (adiós al famoso jabón del perro agradecido, que hasta sacaba de apuro a algún miembro de la familia para lidiar con liendres y demás fauna).
Ya tiene usted todo pero ahora resulta que el perrito demanda atención, como todo ser vivo, y hay que sacarlo a la calle para que pasee, socialice y haga ejercicio. Lo que era un placer se convierte en una obligación. De hecho, no es el amo el que saca al canino sino todo lo contrario. Pero si no quiere dar pena ajena por tener un perro mal educado, que se tironea si va amarrado o se arranca a correr sin ton ni son si va suelto, será necesario que lo mande a la escuela y reciba entrenamiento. Sólo entonces podrá pasear con su perro al lado, que se sienta cuando usted se detiene y no ladra o se orina encima de las personas con las que conversa ocasionalmente.
Sin duda que en tiempos en que el aislamiento y la soledad son cada vez más comunes, la compañía de un animalito puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Pero de eso a tener un perro como un objeto decorativo hay una enorme diferencia. Así que, si está pensando en adquirir una mascota, tómese su tiempo para decidir para qué la quiere. No crea, igual con la crisis alimentaria tal vez convenga tener una reserva de carne, por si las moscas.

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