martes, 25 de diciembre de 2012

Los primeros pasos de Enrique Peña en la presidencia. (Segunda parte)


En su afán por iniciar su sexenio a tambor batiente, el presidente se puso en evidencia y no dejó lugar a dudas que el pacto no fue más que una artimaña para tomarse la foto con los presidentes de los partidos de oposición. Inspirado por su jefe, el primer orador de la farsa, el secretario de Gobernación Miguel  Osorio Chong, le puso pimienta al caldo demagógico cuando sin el menor rubor dijo: La tarea del Estado y de sus instituciones, en esta circunstancia de la vida nacional, debe ser someter, con los instrumentos de la ley y en un ambiente de libertad, los intereses particulares que obstruyan el interés nacional” La retórica priísta vuelvo por sus fueros. Para no abundar en detalles el Pacto por México confirmó que las ‘decisiones presidenciales’ -que no acuerdos consensados con los firmantes del pacto- se redactaron sobre las rodillas, buscando más el golpe mediático que una plataforma posible. Y el coscorrón no se hizo esperar, recordándole al copete ensillado quiénes son los que mandan.
A pesar del resbalón, el ahijado de Carlos Salinas siguió en la misma línea, tratando de venderse como el salvador de la patria, abriendo frentes de batalla a diestra y siniestra para afianzarse en la silla. Diez días después se vuelve a tomar la foto con toda la fauna burocrática, ahora para presentar –con el impresentable dieciocho chinchones Emilio Chuayffet – su reforma de la educación, con el objetivo manifiesto de ‘recuperar’ el control del sistema educativo nacional secuestrado por la reina del sur del magisterio, Elba Esther Gordillo. Después de haberse apoyado en ella, aunque simulando una sana distancia, ahora Peña pretende vendernos la promesa de que acabará con el monopolio sindical. Supongo que en el cálculo de la ocurrencia está la intención de  cerrar filas con el sector patronal encabezado por Claudio X. González, acérrimo crítico de Gordillo y promotor de la educación como negocio.
Lo que está detrás de las buenas intenciones y promesas del gobierno priísta, como la pensión universal para adultos mayores, es la sigilosa ofensiva contra la mayoría de la población y que en se ha comentado en otro lado: aumentar impuestos y limitar derechos. Lo que el secretario de Hacienda Luis Videgaray, prepara son en sus palabras, las ‘reformas profundas’ Dichas reformas no son otra cosa que la segunda parte de las reformas neoliberales impulsadas por los gobiernos de Salinas y Zedillo. Por eso y cubierto por el circo de Peña, los tecnócratas preparan el ambiente supeditando el crecimiento a reformas que empobrecerán más a la población para llenar las arcas del estado que financien sus imposiciones democráticas y por supuesto los bolsillos de los empresarios. Todavía no se atreven a decirlo con todas sus letras (Videgaray prometió que no habría nuevos impuestos este año, pero el siguiente….) pero la trampa se está preparando para que, con el argumento de que para apoyar a los más necesitados con políticas de alcance universal, será necesario cargar el IVA a alimentos y medicinas y quitarle el subsidio a la gasolina. Las buenas intenciones, articuladas alrededor de las reformas educativa, energética y tributaria, no son más que el botín prometido por la burocracia política a sus patrones. El lobo disfrazado de cordero. Son la razón de ser de un gobierno que, al contrario de lo que grita el presidente y sus cómplices, hoy más que nunca depende del poder del dinero y de las armas para sostenerse. Pero ¿alguna vez ha sido diferente?

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