En este espacio se ha denunciado varias veces las
consecuencias negativas de mantener con vida el tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN) tanto para la economía, como para la
política. Esta vez habrá que agregar la dimensión cultural,
en la cual juega un papel determinante la alimentación: ¿Qué sería
de los chinos in el arroz o de los italianos sin el espagueti? ¿Y qué
sería de los mexicanos sin la tortilla? La mutación de la cultura
ante la ausencia de los alimentos básicos es impredecible.
Todo esto viene a cuento al revisar los resultados
de la reciente investigación titulada “La alimentación de los mexicanos.
Cambios sociales y económicos, y su impacto en los hábitos alimenticios”
y auspiciada por la Cámara Nacional de la Industria de la Tranformación
(CANACINTRA). Basada en datos proporcionados por instituciones públicas
nacionales e internacionales como Instituto Nacional de Estadística
y Geografía (INEGI), la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura
y la Alimentación (FAO) los resultados son alarmantes, por decir lo
menos.
De acuerdo con la investigación, en las últimas
tres décadas ha descendido el consumo de la tortilla y ha subido el
de la pastelería industrializada (gansitos, trikitrakes y demás basura
transgéncia, alta en grasa y azúcares). El cambio del patrón en el
consumo de alimentos coincide, faltaba más, con el inicio del TLCAN
y ha provocado el aumento de enfermedades, como la diabetes y la obesidad,
sobre todo entre la población de menores recursos. Habría que agregar
que dicho cambio ha acabado por hundir la producción de maíz y ha
impulsado de manera espectacular la venta de productos importados o
elaborados en México con insumos traídos del extranjero.
Estas tendencias han colocado a México como el segundo
país importador de alimentos en el mundo (chin, seguimos ganando la
medalla de plata) sólo superado por Japón que, dicho sea de paso,
es una islita con poquísimas tierras aptas para el cultivo mientras
que México es un país mucho más grande en extensión y en biodiversidad.
Así las cosas importamos el 40% del maíz que consumimos, el 50% del
trigo, el 75% del arroz, casi todo el aceite para cocinar y la importación
de carne y leche van en aumento así como el huevo que, hasta hace muy
poco, era el único alimento en el que México era autosuficiente. (www.proceso.com.mx/?p=325918)
Aquí resulta imposible dejar de preguntar ¿¡Por
qué!? Pues simple y sencillamente porque la política económica de
nuestros gobernantes se ha esmerado en desmantelar la economía nacional
para ‘modernizarla’ y ofrecer oportunidades para que las grandes
transnacionales nos sigan sacando jugo.
Pero más allá de las veleidades del modelo
de desarrollo, impulsado por los dueños del dinero, las consecuencias ponen claramente en riego los elementos definitorios
de nuestra identidad cultural. Al mismo tiempo que nos envenenan para
‘impulsar nuestra competitividad en el mercado internacional’ (esa
frase les encanta a los lacayos/economistas del capital) nos arrebatan
los pilares culturales. No falta quien afirme que dejar la tortilla
nos convierte en ciudadanos del mundo, nos saca del subdesarrollo pues.
A ellos hay que responderles que para ser ciudadanos del mundo es necesario
saber quiénes somos. De otro modo seremos simplemente esclavos.
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