sábado, 28 de marzo de 2009

Los camaleones y la política

Los manuales de mercadotecnia política sugieren a los aspirantes a un puesto de elección popular que procuren adaptar su imagen a las características de su audiencia. Así, si el candidato tiene que asistir a un mitin con campesinos, es indispensable que use chamarra de cuero, botas y sombrero para no desentonar con el entorno. Además deberá adoptar un lenguaje directo, sencillo y cargado de lugares comunes, atribuidos a la jerga rural. Si está con empresarios, hablar de la libertad de empresa y vestir con ropa de marca. Y así por el estilo.
Habrá que decir que los políticos contemporáneos no sufren mucho para ajustar su imagen de acuerdo a las circunstancias. Seguramente hay algunos que les resulta más fácil que a otros, pero en general todos le hacen la lucha, provocando que muchos de ellos puedan incluso ser sospechosos de sufrir el trastorno de identidad disociativo, mejor conocido como trastorno de personalidad múltiple, que está definido como la existencia de una o más identidades o personalidades en un individuo, cada una con su propio patrón de percibir y actuar con el ambiente.
Pero no sólo pasa con los candidatos sino también con los representantes electos. El caso más conocido es el de Vicente Fox, que a veces declaraba como ciudadano común y corriente y a veces como presidente de la república, según su conveniencia. Para enfrentar la oleada de críticas de la ciudadanía cuando fue a Roma y le besó el anillo al papa, simplemente dijo que hizo lo que hizo en calidad de cristiano y hombre común, olvidándose de su investidura y del carácter laico de su mandato.
En tiempos recientes las cosas han empeorado y con la coyuntura electoral en ciernes habrá oportunidad de confirmar que buena parte de los candidatos se convertirán en camaleones que adaptarán su color a las necesidades electorales. Por lo tanto, ya que acordaron en Sonora realizar el antidoping a estudiantes de las secundarias ¿por qué no pensar en realizarles a todos los candidatos un breve examen que le permita a la ciudadanía distinguir a los que padecen del trastorno de personalidad múltiple y por qué no, si sufren de adicciones incompatibles con la responsabilidad que asumirían si ganaran la elección? Así nos podríamos ahorrar la pena de tener gobernantes sin convicciones ni planes claros para gestionar los intereses de sus representados o adictos sin remedio. Ya sé que las cosas no cambiarían mucho, pero por algo se empieza. Cuando menos sabremos quién es quién y a qué atenernos al ejercer el derecho a votar.

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