La vigésimosegunda Cumbre
Iberoamericana, celebrada en Cádiz el 16 y 17 de noviembre, confirma
una vez más que las aspiraciones neocolonialistas de la monarquía
española están hoy más fuertes que nunca. Con tintes dramáticos,
el llamado de Juan Carlos para recibir ayuda de los países latinoamericanos,
según la nota de El País “…sonó casi como una súplica.” Por su parte
Mariano Rajoy no se quedó atrás al afirmar frente a los mandatarios
asistentes “Si en el pasado América Latina fue una oportunidad para
Europa, hoy Europa es una oportunidad para América Latina”. Ahora
resulta que la crisis en España representa una ‘ventana de oportunidad’
para Latinoamérica, región que según el malogrado Rajoy registra
un “pujante crecimiento”.
El pujante crecimiento
al que se refiera Rajoy es bastante discutible, tomando en cuenta que
Latinoamérica, si bien ha registrado tasas de crecimiento del PNB (particularmente
Brasil), sigue siendo una región con altos índices de marginación
así como un crecimiento sostenido… de la pobreza. La mentira
más parece una burla, que con el afán de estimular la inversión pasa
por alto que en las últimas dos décadas las inversiones de capitales
españoles en Latinoamérica han crecido como nunca. Según el propio
Rajoy “…la inversión acumulada de España en Latinoamérica supera
115 mil millones de euros, de los cuales 7 mil millones fueron colocados
en 2011”
Lo que no dice es que
las ganancias de los bancos españoles en México, como BBVA o Santander,
son las más altas en todo el mundo. Pero no sólo los bancos gozan
de la oportunidad de saquear a los países al sur del Rio Bravo. Las
empresas en el sector energético también disfrutan de impunidad, bajos
impuestos y enormes ganancias que no dejan más que pobreza y desastres
ecológicos. Los negocios turbios de Repsol y otras compañías en la
venta de energía eléctrica o en la exploración para localizar yacimientos
de petróleo y gas representan otra fuente de enormes ganancias para
los capitales españoles. Habrá que agregar la embestida reciente contra
comunidades en el sur de México, como San Dionisio del Mar, para obligarlos
a rentarles sus tierras por una bicoca y colocar cientos de hélices
gigantes que utilizan el viento para generar electricidad. Con el apoyo
de los gobiernos locales, estatal y federal, las compañías han demostrado
su desprecio por la resistencia de las comunidades y han comprado voluntades
a diestra y siniestra.
Así las cosas,
la Cumbre de Cádiz más parece un desencuentro anunciado que además
recuerda otro, también en Cádiz a principios del siglo XIX, cuando
diputados españoles y americanos se reunieron para formular la primera
Constitución liberal en el reino español. La demanda de igualdad entre
americanos y peninsulares se quedó en una promesa que hasta la fecha
sigue sin cumplirse. A pesar de que el primer ministro español haya
declarado sin rubor “… que América Latina es un ‘pilar
fundamental’ del mundo occidental, y que para España ‘nunca ha
sido periférica sino central’”, los latinoamericanos sabemos que
tales mentiras están motivadas por el enorme temor que tienen los defensores
de la monarquía constitucional. Temen, y con razón, que está crisis
la entierre definitivamente abriéndole el paso a una nueva república.
No encuentro otra razón para que Juan Carlos y Mariano Rajoy, se rasguen
las vestiduras casi con lágrimas en los ojos.
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