En los últimos días del nefasto sexenio de Calderón
los balances y críticas coinciden en señalar el enorme costo político
que ha tenido su fallida guerra contra el narcotráfico y su política
económica. Si ya en 2006 la ciudadanía se mostraba desconfiada de
sus instituciones y sus gobernantes, seis años después la debacle
se acentúa, demostrando así las consecuencias de la pésima gestión
del también conocido como el señor de Los Vinos.
Los resultados de la quinta Encuesta Nacional sobre
Cultura, Política y Prácticas Ciudadanas (Encup 2012), realizada por
la secretaría de Gobernación y la organización Friedrich Naumann
Stiftung, no dejan lugar a dudas: ante el deterioro de la economía
familiar y la ola de violencia los ciudadanos coinciden en priorizar
el desarrollo económico por encima de la democracia representativa
como sistema de gobierno. Las consecuencias negativas del calderonato
han generado mayor pobreza y desilusión ante el fracaso de la supuesta
transición democrática. Es así como va tomando fuerza el argumento
de que es necesario sacrificar los mínimos avances en materia política
para obtener mejores beneficios materiales.
Una de las instituciones más raspadas por los resultados
de las encuestas fue el Instituto Federal Electoral (IFE) pero también
el ejército, la iglesia. Y los patitos feos siguen siendo los partidos
políticos, los sindicatos y, en el honroso último lugar, nuestros
flamantes legisladores, a pesar de todo lo que gastan en spots para
mejorar lo inmejorable: su pésima imagen pública. Por su parte, las
fuerzas armadas, que gozaban de cierto prestigio entre la población,
apenas seis años atrás, hoy no parecen despertar el mismo entusiasmo,
gracias al enorme desgaste que han sufrido por sus labores policiales,
que las han colocado en el primer lugar en violaciones de derechos humanos
en el país.
Un dato relevante es que el 56% de los encuestados
considera prácticamente imposible que las cosas cambien en el sistema
político, contrastando con el dato de que cada vez más ciudadanos
consideran que la solución a sus problemas no vendrá del presidente
de la república sino de su propia acción política. Si bien la clara
decadencia del presidencialismo puede resultar positiva –no hace mucho
era visto como la única institución capaz de cambiar la realidad-
habría que considerar que la mayoría de los encuestados considera
que las cosas van a empeorar y que la política es una actividad muy
complicada.
Así las cosas, el desastre sexenal deja como
herencia mayor pobreza y una resaca social, proveniente del fracaso
de la transición política, que parece ampliar las posibilidades de
eliminar el disfrute de derechos a cambio de frijoles. El caso de la
reforma laboral parece ser un indicador fiel de lo anterior, pues utilizando
el garlito de generar más y mejores empleos a costa de derechos ha
logrado salir adelante sin mucha oposición en las calles.
En todo caso los resultados de la Encup 2012 nos muestran
una fotografía bastante pesimista de la situación en la que nos encontramos.
Y como bien perciben los encuestados las cosas no van a mejorar.
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