miércoles, 6 de enero de 2010

La servidumbre moderna, o compre hoy y deba para siempre

La ideología liberal encuentra cada vez mayores dificultades para persuadir, que no convencer, a la humanidad de que la libertad no puede tener ningún obstáculo, que no debe ser limitada en aras de una mayor igualdad. La libertad de explotar, engañar y robar legalmente es el eje del capitalismo, sin el cual el sistema no podría sostenerse, aunque margine y discrimine a la mayor parte de la humanidad. La libertad de consumir es hoy por hoy uno de los mecanismos más eficaces para sostener el régimen económico. El consumismo es el signo de la servidumbre moderna.

En otros tiempos, no tan lejanos, si una persona quería obtener alguna mercancía estaba obligada a ahorrar, a sacarse la lotería o a cobrar una herencia. La satisfacción de poseerla tenía que ser pospuesta hasta lograr juntar el dinero necesario. En la actualidad la satisfacción es inmediata, sólo con el poder de su firma; otrora privilegio de pocos, el crédito está hoy abierto al que quiera. En centros comerciales no falta el grupo de vendedores que ofrecen tarjetas de crédito sin hacer muchas preguntas, aunque sea evidente que el sujeto de crédito no va a poder pagar.

Las burbujas financieras tan de moda, son producto de la poca capacidad de pago de los deudores, pero que les permiten satisfacer sus deseos en el momento, sin necesidad de someterse a la disciplina del ahorro. La verdad en el fondo de esta práctica, realizada por los supermercados, tiendas departamentales y empresas de todo tipo, está el objetivo de mantener endeudada a la población a sabiendas de que nunca podrán pagar. Al mejor estilo de las haciendas del siglo XIX en México, que aseguraban la servidumbre de sus peones acasillados por medio de deudas impagables, el crédito moderno es un mecanismo de servidumbre que mantiene las grandes tasas de ganancia, aunque de vez en cuando reviente la farsa, pues en ese caso serán los consumidores los que, vía impuestos y deuda pública, pagarán y rescatarán a las empresas en quiebra, ésas que dieron créditos sin ton ni son y a sabiendas del riesgo.

Así que el liberalismo consumista resulta ser el lobo disfrazado de oveja, la mejor manera de seguir centralizando la riqueza a cambio de la ilusión de concretar los deseos y aspiraciones de la inmensa mayoría de la población. Esta práctica no es más que una manera más sutil de mantener el sistema económico al mismo tiempo que refuerza la ideología liberal. De que otra manera podrían explicarse los llenazos de los centros comerciales, en medio de una crisis rampante. La mirada extraviada de los consumidores, el frenesí de comprar y comprar aunque los productos adquiridos sean superfluos y desechables, parece ser la cara de la libertad contemporánea o mejor dicho, de la servidumbre moderna.

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