sábado, 9 de mayo de 2009

De ganancias y de cerdos

La contigencia es, no cabe duda, uno de los signos centrales de nuestra existencia. Cada vez es más común encontrarnos con situaciones que rebasan a los gobiernos y a las sociedades, a pesar de nuestras conquistas tecnológicas o mejor dicho como producto de ellas. A las desconocidas consecuencias del agujero de ozono, los transgénicos, o los desechos químicos, se vienen a sumar la crianza industrial de pollos, pavos, reses y cerdos, por citar las mas conocidas. Pero la contigencia está estrechamente relacionada con la ambición de riquezas infinitas.

En efecto, en la búsqueda indiscriminada de ganancias, las grandes compañías que producen y comercializan alimentos en todo el mundo, han tecnificado la crianza, aumentando significativamente la producción de animales. Un ejemplo conocido es el de los pollos, que son engordados en tiempo récord con alimento que contiene químicos mezclados con sus desechos fecales, que nunca salen de sus jaulas y que no duermen. O el caso de los químicos y anabólicos usados en el ganado para aumentar su peso y venderlos con mayores ganancias. Los productores no están pensando en la calidad del producto y las consecuencias en los consumidores. No, están pensando en el billete.

El caso de las granjas porcinas es semejante. Según datos proporcionados por Mike Davies (Los cerdos usan traje. La Jornada, 28 de abril de 2009) en 1965 habían 55 millones de cerdos en los Estados Unidos, criados en 1 millón de granjas; hoy existen 65 millones de cerdos pero en sólo 65 mil criaderos. O sea que en promedio a cada granja le tocan un millar de animales, aunque hay algunas que concentran hasta cinco mil. No se necesita ser un experto para imaginar el impacto de semejante concentración en el ambiente y en los consumidores. ¿Cuántos cerdos se crían en el Valle de Perote por la granja Carroll? ¿Ha bajado el precio de la carne de cerdo gracias al aumento de la productividad? ¿Ha mejorado la ingesta de proteínas de los ciudadanos que habitan alrededor de la granja? ¿Se han estudiado a conciencia las consecuencias ambientales de la producción de cerdos en la región por los pregoneros del desarrollo regional o las asociaciones de ecologistas?

No pretendo cargarle el muerto de lo que está pasando estos días al desarrollo tecnológico o a los grupos ambientalistas, sino a la ambición de unos cuantos que, una vez más, ponen por encima de los intereses de la sociedad sus intereses particulares. En su afán por enriquecerse, muestran nuevamente su desprecio por la vida, por los seres humanos. La crianza de cerdos no tiene como objetivo acabar con el hambre en el mundo sino mejorar los márgenes de ganancia, para que lo dueños de la empresa presuman de su eficacia frente a los accionistas y para que además se sientan orgullosos por los beneficios de la derrama económica y los empleos que ofrecen gracias a su generosa inversión. Los medios subordinados a los fines. La vida humana subordinada al dinero. El mundo al revés ¡Qué novedad!

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