martes, 19 de febrero de 2008

Basura y sociedad

Consultando el diccionario autorizado por la Real Academia de la Lengua, encuentro que el significado de limpiar es: “Quitar la suciedad o inmundicia de algo” Como siempre los sacerdotes de la lengua se quedan cortos. La pregunta no es si limpiamos o no, sino donde juntamos la suciedad. Por eso prefiero la definición popular que dice: limpiar es el acto de mover la mugre de un lugar a otro.

La basura es un problema social y familiar. Si no pregúntele a los ciudadanos jalapeños que tienen problemas con los vecinos cuando sacan la basura horas o días antes de que pase el camión recolector. O peor aun, cuando la señora de la casa le dice al marido: ¡Ya no cabe la basura, cuando la vas a sacar! En el colmo de la desesperación se organizan comandos nocturnos para cumplir con semejante tarea, a riesgo de caer al fondo de la barranca junto con los deshechos.

Todo esto viene a cuento porque el servicio de limpia ha sufrido modificaciones que generan incertidumbre y zozobra. Hay que estar atentos al repique de la campana, a la hora que sea, interrumpa lo que interrumpa, para salir corriendo a la esquina y otear el horizonte, esperando que aparezcan los heroicos recolectores. Y a veces no aparecen, con lo cual se experimenta una frustración similar a ver perder al tri por goliza con los gringos. Pero ahí no acaba el asunto: ¿Con que cara regresamos a la casa sin haber cumplido con nuestra misión? Hay que soportar burlas y regaños.

Una de las actividades educativas más importantes al interior de la familia tiene que ver precisamente con la basura. Pero semejante trabajo no sirve de nada si ésta se acumula en un rincón del hogar. El acto de limpiar pierde sentido. Es necesario que la basura deje de ser visible para sentir que vale la pena esforzarse. Por eso, la eficiencia del servicio público de recolección de basura está directamente relacionado con el mantenimiento de la paz social y familiar, ni más ni menos.

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