sábado, 16 de febrero de 2013

La transición política en México, a costa de los acuerdos de San Andrés.

A pocos días de que se cumplan 17 años de la firma de los Acuerdos de San Andrés convendría recordar el significado de esa coyuntura y cuáles fueron las consecuencias de su incumplimiento gracias a la calculada traición de Zedillo y toda la runfla de políticos que, independientemente de su color, formaron parte de ella.
Para empezar, las reformas electorales de 1996 fueron ofrecidas a los partidos y sus dirigentes a cambio de apoyar la política paramilitar de Zedillo en Chiapas para cerrarle el paso al movimiento zapatista y su visión política. Gracias a la partidización -que no ciudadanización como algunos ilusos insisten en distinguir a la reforma electoral- el sistema político logró  cambiar para mantener el autoritarismo, sólo que ahora compartido entre las fuerzas políticas institucionales. Y si cree que exagero le voy a recordar que años después, dicho pacto político se materializó  cuando en el Senado la traición se consumó con el voto de todos los partidos para sacar adelante el proyecto de ley indígena de Diego Fernández y Manuel Bartlett.

Asimismo, ese año de 1996 dio paso a la etapa de militarización que hoy vivimos, dándole a las fuerzas armadas un papel central en la contención del descontento social, a falta de acuerdos políticos que no sólo beneficiaran a los cacicazgos políticos. La matanza de Acteal fue el ensayo general de una estrategia sostenida en la creación de fuerzas paramilitares, asesoradas y mantenidas por las fuerzas armadas, para hacerle el trabajo sucio al sistema político.

Y otro detalle que nos recuerda aquélla coyuntura  que tanto prometía para la sustitución del viejo sistema político posrevolucionario  fue que gracias a la traición de Zedillo y los dirigentes de las fuerzas políticas institucionales se canceló la oportunidad de enterrar de una vez y para siempre el viejo régimen que, a cambio de migajas materiales ha cancelado cualquier oportunidad de hacer de este país un lugar más justo y digno para sus habitantes. 

La piedra en el zapato del sistema -hoy más que nunca con el PRI en la presidencia- fue y es el EZLN, que forma parte destacadísima de las acciones que han tomado pueblos y comunidades para enfrentar el franco deterioro de sus condiciones de vida como consecuencia del nuevo 'modelo de desarrollo' . Lo que se pretendió resolver con una traición, beneficiando a los dirigentes partidistas y sus anhelos 'democráticos', acabó simplemente dejando el conflicto 'latente', alimentando la ilusión de que los zapatistas desistirían o simplemente, y para confirmar su racismo, no estarían a la altura de las circunstancias. 

Hoy, frente a la fuerza de sus acciones y el fortalecimiento de sus sistemas normativos, Peña pretende reeditar la política de 'ni te veo ni te oigo' cerrando más el sistema para mantener un remedo de 'control político'... hasta donde el cuerpo aguante. El Pacto por México, más allá de su esencia propagandística, se explica por la necesidad de que los cacicazgos partidistas y las dirigencias sindicales que los apoyan cierren filas frente al deterioro del estado de derecho y el fortalecimiento de opciones políticas que lo desafían.
Como se ve el costo de aquella traición nos sigue pasando la factura.

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