Los recortes y apretones de cinturón al gasto público
en el reino de España están cobrando víctimas a diestra y siniestra.
Por un lado la sumisión de Rajoy a los designios de los banqueros alemanes
está provocando una avalancha de despidos, desahucios, suicidios,
crisis familiares, embargos… Las mayorías están enfrentando
una terapia de shock para mantener los privilegios de unos cuantos, entre
los que se distingue por supuesto la familia real y toda su corte de
terratenientes y militares.
Sin ambargo, la monarquía también ha contribuido
para acrecentar el número de personas opuestas al régimen. La irrefrenable
ambición de enriquecimiento de Juan Carlos acabó convirtiendo a la
familia real en un bufete de gestores comerciales y de negocios que,
dado que se mueve en la ilegalidad sistemáticamente, acabó pasándole
la factura, en particular a su yerno Iñaki Urdadangarín, quien enfrenta
cargos por desfalco y corrupción pero sobre todo visibiliza el hecho
del enorme enriquecimiento de la familia real gracias a su influencia
en el gobierno y su relativa impunidad.
Pero además, el rey parece seguir viviendo en un
mundo en el que puede hacer lo que quiera sin enfrentar las consecuencias,
cuando la situación es precisamente la contraria. Ya desde su altercado
con el presidente Chávez se mostró ajeno al protocolo que exigen
las reuniones de jefes de estado. Pero su viaje a Botsuana para matar
elefantes podría ser una muestra más clara de la esquizofrenia real.
Justo en el momento en que la crisis económica estalla con toda su
fuera en España el jefe del estado se encuentra matando animales protegidos
a costa del erario y, para rematar, se cae y se fractura la cadera,
lesión por excelencia de la senilidad. Los actores políticos institucionales,
tan bien acomodados al régimen llegaron a sugerir la idea de que Juan
Carlos debería abdicar para poder llevar la vida que desea y dejar
los asuntos de estado a su heredero. Este hecho demuestra que los amos
de España no ven con buenos ojos los desvaríos reales pues comprometen
su poder.
Y es aquí en donde la derecha y el PP se dan
un tiro en el pie. Al agraviar sin miramientos con un ¡Qué se
jodan! a los pueblos de España para mantener las cosas como están
aunque ya no den para más, simplemente legitiman la rebelión, que
parece empezar en Cataluña donde se está promoviendo la independencia.
Y en un contexto como ése sólo hace falta un actor/catalizador que
acelere el descontento y al mismo tiempo lo alimente. Juan Carlos de
Borbón está apoyando todas las medidas económicas tomadas por
el gobierno de Rajoy y declarando a favor de ellas.
La derecha española mientras tanto atiza el fuego
sin darse cuenta de que el costo político de los ajustes económicos
no sólo le afecta al PP y su gobierno sino al régimen en su conjunto,
con el rey a la cabeza. No se ve que vaya a cambiar el rumbo de
la política económica a corto plazo; en la medida en que se vayan
asentando los recortes y aumentando el desempleo y la precariedad el
descontento crecerá aun más. Y tal vez entonces, en un afán
desesperado por salvar sus privilegios, los dueños del dinero en España
le abrirán la puerta a la república para que pase por encima del cadáver
de la monarquía y finalmente se cierre el trágico e infame periodo
que inició con el golpe de estado encabezado por el ejército
y la iglesia y que aun no finaliza, a pesar de transiciones pactadas
o tal vez, precisamente por eso.
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