¿Cuál es el papel
de los jóvenes en la lucha por mantener viva a la libertad de expresión?
Para contestar a la
pregunta es necesario remontarse los años sesenta, en particular a
1968. Esto es así ya que el movimiento estudiantil tenía una
bandera que hoy es moneda corriente aunque no por ello una realidad:
la autonomía del individuo frente al estado. Pero ¿qué tiene que
ver la autonomía con la libertad de expresión?
Muy sencillo: si no
podemos pensar más que lo que el poder quiere que pensemos, entonces
¿dónde queda nuestra libertad de expresión? ¿No sería ésta sólo
un simple reflejo de las ideas políticamente correctas?
El tema es más complicado
de lo que parece, pero me interesa aquí dejar en claro que la lucha
por la libertad de expresión que ustedes sostienen es fundamental para
la salud pública. Sin ella viviríamos en un mundo ya imaginado por
George Orwell en su novela 1984, en donde toda expresión humana es controlada y evaluada
por el estado, en donde no existe un espacio público en el cual confrontar
ideas y proyectos.
Pero volvamos a los
sesentas. Podamos constatar que los movimientos estudiantiles fueron
la constante en todo el mundo occidental. En Estados Unidos, en Francia,
en México. En su momento fueron duramente criticados por los poderosos
como expresiones desviadas, provocadas por el consumo de drogas y la
música estridente. Hoy sabemos que gracias a tales movimientos las
sociedades modernas accedieron a una mayoría de edad.
En el México de nuestros
días ya nadie pone en duda que gracias a las movilizaciones estudiantiles
de 1968 el sistema político autoritario que hoy agoniza, empezó
a mostrar señales de agotamiento. Sin embargo la represión fue terrible
y abrió una etapa negra en nuestra historia nacional que hasta
hoy empieza a ser discutida abiertamente. En todo caso la represión
no cesó; tres años después, en 1971, el poder volvió a mostrar
las garras y obligó a muchos a buscar una salida violenta frente
a la cerrazón gubernamental.
En este sentido, lo
que queda por hacer es lo que ustedes están haciendo hoy: mantener
un espacio autogestionario, con autonomía del estado y que recoja las
críticas y proyectos de los jóvenes y la población en su conjunto.
Un espacio en donde la libertad de expresión no sea una graciosa concesión
del poder sino una práctica cotidiana, una razón de ser. La libertad
de expresión no consiste hoy en que nos permitan o no nos permitan
decir lo que pensamos, sino en abrir y mantener espacios en donde las
posibilidades de expresión de los jóvenes, los no tan jóvenes, y
todos los que tengan algo que decir, sea una realidad. Ganar espacios
es la lucha por la que hoy pasa la libertad de expresión. Sin ellos
es como querer que crezca el maíz sin agua y sin sol. El abrir espacios
como este para la comunidad estudiantil, el barrio, la colonia, es hoy
la columna vertebral de un proyecto que busca hacer realidad un mundo
en donde la sociedad civil no sea más rehén de las ambiciones de los
dueños del dinero. Un mundo donde quepan muchos mundos.
Por eso es importante
que se mantenga con vida este territorio liberado -creado al calor del
reciente golpe de estado electoral- a pesar de las descalificaciones
y sarcasmos de la burocracia de la pluma y sus patrones. La existencia
del movimiento #YoSoy132 apunta a mantener la posibilidad de que la
libertad de expresión sea una realidad en donde las mujeres y los hombres
de México puedan desarrollar sus posibilidades y enriquecer la memoria
colectiva de ese 99% que lucha por sacudirse la dominación de una minoría
infame.
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