jueves, 16 de junio de 2011

Enterrando el miedo y sembrando justicia.

La Caravana del Consuelo encabezada por Javier Sicilia, Julián Le Barón y el sacerdote Óscar Enríquez representa una de las críticas más precisas contra la guerra de exterminio que inició Calderón para afianzarse en el poder, con la ayuda del gobierno de los Estados Unidos. La sencillez del discurso y la estrategia contra el miedo y la impunidad están motivando a las personas a salir a la calle y compartir su dolor.
La movilización pacifista tiene un objetivo muy claro: impedir que se olvide a las víctimas de la barbarie. En medio del caos que nos rodea puede parecer un objetivo simple y limitado -pues aparentemente no ataca el centro de las prácticas guerreristas del gobierno mexicano- pero una mirada más acuciosa y de cara al futuro echa por tierra semejante conclusión.
Abrir un espacio para la denuncia sistemática y organizada de todas las personas que han sido desaparecidas o asesinadas por la guerra civil no me parece un objetivo menor por varias razones. En primer lugar, es evidente que tanto para los narcotraficantes como para las instituciones del estado (presidente, diputados y senadores, gobernadores, partidos políticos y militares) es preferible que los muertos y desaparecidos caigan en el olvido, por distintas razones si usted quiere; los primeros para evadir a la justicia y los segundos para deshacerse de la obligación constitucional que les exige investigar y localizar a los responsables.
En segundo lugar, un ambiente de terror, de miedo, es el escenario perfecto para que los dos bandos en guerra sigan reproduciendo la barbarie con consecuencias manejables a corto plazo. A los narcoemprendedores les conviene que la sociedad tenga miedo pues les permite gozar de un mayor margen de maniobra debido al repliegue ciudadano de los espacios públicos; a los gobernantes, un escenario aterrador les sirve para seguir justificando la militarización del país, en consonancia con los planes de Obama y sus amigos.
Otra razón de peso está directamente relacionada con las posibilidades que la estrategia del consuelo puede tener en el futuro. Las Madres de Mayo -que en su momento se enfrentaron a la dictadura militar argentina sólo con su valor y con su dolor- siguen en pie de lucha y a lo largo de los últimos treinta años se han distinguido por poner en evidencia la impunidad de los culpables de la desaparición de sus hijos y la forma en que las instituciones del estado han cultivado esa impunidad. Han comprendido que los crímenes de lesa humanidad, como la desaparición forzada, no prescriben y con el tiempo cobran una dimensión distinta a la que tienen hoy.
El primer punto del acuerdo ciudadano firmado por Sicilia en ciudad Juárez va precisamente en el sentido de exigir verdad y justicia a las autoridades, sean estas las encabezadas por Calderón o por su sucesor. El gran reto del movimiento es lograr la permanencia en el tiempo de las redes de ciudadanos que buscan justicia. El futuro es de ellos si perseveran. El dolor de la pérdida será el motor de sus acciones y seguramente no desaparecerá de la noche a la mañana. Así las cosas, podría parecer que la Caravana del Consuelo no va a ninguna parte pero el tiempo está de su lado y nada es para siempre, mucho menos la impunidad. Si no me cree pregúnteselo a los militares argentinos golpistas que hoy se encuentran en la cárcel y que se creían dioses en los años setenta.

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