lunes, 21 de septiembre de 2009

¿Para que se festeja la independencia nacional?

Con la cruda moral -que no etílica- de los festejos de nuestra maltrecha independencia nacional, parece inevitable reflexionar acerca del significado de la principalísima festividad cívica en este país.

Salta a la vista, en primer lugar, la fastuosidad y el dispendio de nuestros gobiernos por celebrar lo que, dadas las circunstancias, resulta comprensible pero inútil. Se entiende que la clase política y los dueños del dinero atrás de ellos se preocupen por cultivar y motivar el amor a la patria, pues gracias a dicho sentimiento la ciudadanía estará más dispuesta a apretarse el cinturón y apechugar con las medidas draconianas que están por venir: ¡sacrifícate por México! aunque no todos se aprieten el cinturón por igual y algunos, más bien, estén pensando en agregarle un agujero más para que quepa lo que se van a embolsar vía transferencias de recursos públicos, regímenes fiscales especiales o aumentos de sueldos y bonos.

Pero toda la parafernalia nacionalista no dura más de un día pues al siguiente, o sea hoy, las cosas retoman su curso y la realidad se impone sin miramientos. Y esa realidad es el franco y evidente sometimiento de los intereses nacionales (sea esto lo que usted quiera) a las necesidades del capitalismo internacional y su maltrecha cabeza, los Estados Unidos. No faltan los ingenuos que se preguntan ¿por qué en los países de primer mundo los impuestos bajan y los estímulos al consumo aumentan, mientras que en este país sucede lo contrario? Pero que esperaban. ¿Hasta cuándo se va a asumir que la existencia de un sistema económico interestatal impone funciones ineludibles para los países subordinados? Que el 80% de la riqueza producida en el mundo está para financiar el enorme déficit fiscal del gobierno estadounidense.

En este sentido, la misión de la exacerbación de los sentimientos nacionales por medio de festejos de relumbrón, radica en ocultar la subordinación sistemática de las economías y los gobiernos nacionales periféricos a los intereses de las corporaciones internacionales. Miénteme pero no me dejes, parecemos decirle a ésa construcción social llamada México, mientras devoramos los chiles en nogadas, el pozole, las garnachas y los regamos con generosas porciones de tequila. De otro modo tendríamos que reconocer la dura verdad de que la soberanía nacional es un cuento chino de los mandones para sacarnos más jugo. Y ésa es la cruda moral a la que me refiero. ¡Salud!

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