viernes, 12 de junio de 2009

El presidencialismo reciclado

A partir de 1997, las relaciones entre el poder Ejecutivo y el Legislativo se transformaron - gracias a la pérdida de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados por parte del partido del presidente- y se acabó con la subordinación del segundo hacia el primero. A partir de ese momento, la presidencia empezó a buscar otras formas de seguir manejando el presupuesto a su antojo y seguir gozando de una facultad metaconstitucional, clave en el ejercicio del poder político. Por su parte, el Congreso de la Unión comenzó a ejercer sus atribuciones, sobre todo en el tema de la cuenta pública y el presupuesto de egresos, como una manera de equilibrar un poca mas la asimetría frente al ejecutivo y mejorar su grado de legitimidad frente a la sociedad. ¿Será?

El hecho provocó que se hablara de una nueva época en las relaciones entre los poderes de la república, en las posibilidades de debilitar paulatinamente el poder del presidencialismo y fortalecer la democracia representativa, la transparencia y la rendición de cuentas. Lamentablemente las cosas no funcionaron como se esperaba. Los conflictos entre los dos poderes se pusieron a la orden del día, e incluso las descalificaciones mutuas aparecieron con frecuencia. Los temas de enfrentamiento giraron alrededor de las reformas estructurales y la aprobación del presupuesto.

Los gobiernos panistas fueron adquiriendo experiencia en la simulación política y poco a poco dejaron de entrar en pugna con los miembros del congreso federal. Aparentemente las cuentas públicas eran aprobadas sin problemas y ambas partes se felicitaban por haber logrado acuerdos en materia de gastos. Sin embargo la realidad era muy diferente y el ejecutivo empezó a burlar la asignación de recursos aprobada por el congreso, ejerciendo parcialmente el presupuesto y desviando el resto hacia fideicomisos, para después gastarlo a su antojo. Y no crea que es poca cosa lo que se desvía.

La Auditoría Superior de la Federación declaró hace poco a través de su titular, Arturo González, que en su primer año de gobierno, Calderón incurrió en un subejercicio del presupuesto de 120 mil millones de pesos. Nomás en el primero; vaya usted a saber cuánto no se está ejerciendo en este año electoral. La estafa por parte del ejecutivo es doble: por un lado se pasa por el arco del triunfo el mandato del congreso, o sea de la soberanía nacional, pateando el tablero del juego político y del marco legal constitucional (vaya novedad); además, ese dinero está orientado a favorecer los intereses de unos cuantos, preferentemente amigos y familiares, y no a impulsar el desarrollo nacional, sea lo que esto sea (otra novedad).

Al final, el presidencialismo sigue vivo aunque maltrecho, o mejor dicho, reciclado. Ya no es lo que fue, pero no por ello renuncia a seguir gobernando con las modalidades del sistema político tradicional para cumplir con su misión capitalista. Para ello no basta con que el gasto público sea aplicado selectivamente para asegurar las ganancias de las grandes corporaciones y empresas nacionales y extranjeras. No, además hay que apropiarse ilegalmente de una parte de él, para ampliar la acumulación de riqueza… pero del círculo presidencial. Al final seguimos igual que antes de 1997: el presidente puede hacer lo que quiera con el dinero público, a pesar de no contar con la completa complicidad del poder legislativo. Ahora el presidente no tiene subordinado al congreso; no, ahora lo burla y lo humilla sin contemplaciones. Menos mal que vamos progresando.

No hay comentarios: