sábado, 19 de julio de 2008

Un mundo nos vigila

Una de las lecturas que más me impresionó en mis años de estudiante universitario fue la novela de ciencia ficción 1984, escrita por George Orwell. El argumento es sencillo pero escalofriante: la autonomía del individuo es un peligro para la sociedad y por lo tanto debe ser erradicada. Para ello, el Estado construye un sistema de vigilancia tan poderoso que no hay lugar en el que alguien pueda tener un momento de intimidad. El Big Brother lo ve todo; no sólo lo que haces sino lo que piensas, supervisando cada momento de la cotidianidad. Sin embargo, no faltó alguien que intentara burlar la vigilancia pero al final es atrapado, pero no eliminado. Para el Estado era importante reformarlo y reintegrarlo al seno de la sociedad, convirtiéndolo en una muestra de su poder.
Quien iba a pensar que los temores expresados en la novela cobraran vida veinte años después. ¿No se siente usted vigilado? Y no lo digo por los retenes militares o los operativos de seguridad. Pero veamos. Si en su lugar de trabajo usted tiene una computadora que pertenece a una red interna, tenga por seguro que los administradores de dicha red pueden monitorear los lugares que visita y los correos que envía. Si la computadora está en su casa, habrá alguien que pueda saber que cosas compra y cuales son sus preferencias de todo tipo. Incluso si se le ocurre mandar un correo a su compadre que vive en los Estados Unidos y escribe la palabra bomba o jihad, automáticamente el FBI lo pondrá en la lista negra y sus correos serán monitoreados con la sospecha de que simpatiza con el terrorismo internacional.
Si sale a la calle tendrá que tomar en cuenta que en algunas ciudades funcionan cámaras en cruceros y parques, para mantener a raya a la delincuencia y a todo el que se atreva romper con las buenas costumbres o con el reglamento de tránsito. Pero el colmo es que hoy, desde un satélite, puedan tomarle fotos esté donde esté. Y si no me cree pregúntele a los miembros de las FARC, que primero fueron bombardeados con precisión quirúrgica y luego les siguieron los pasos en la selva colombiana para rescatar a Ingrid Betancourt.
Después de eso ¿Quién puede negar que Orwell se adelantó a su tiempo, más como profeta que como escritor? No hay para donde correr, no hay donde esconderse. Así que será mejor que estemos preparados, porque como diría un antiguo locutor: Un mundo nos vigila… y no precisamente con las mejores intenciones.

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