sábado, 5 de abril de 2008

Juventud, divino tesoro

Ser joven y no morir en el intento es, sin duda, una de las luchas más fértiles de la raza humana. Porque ser joven significa caminar por el desfiladero de la vida imaginando un mundo diferente. Las sociedades modernas dedicadas a controlar a la juventud cavan su propia tumba. Cerradas al cambio, inhiben cualquier visión diferente de lo que se considera políticamente correcto y se convierten en una especie de asilo de ancianos, ordenados pero con olor a muerte.
Quiero alzar la voz para señalar que la muerte de l@s jóvenes mexicanos, consumada en territorio ecuatoriano hace algunos días, demuestra la fortaleza de la idea de que la misión de la juventud no consiste en soñar con un mundo diferente, mas justo y más humano, sino en reproducir sin chistar los vicios de un mundo consumista.
La opinión pública, con algunas excepciones, se dedicó a difundir la idea de que los estudiantes mexicanos asesinados por el ejército colombiano –con el apoyo logístico del ejército yanqui- fueron los únicos responsables de su muerte. De paso, se aprovechó la ocasión para retomar la campaña de desprestigio contra la UNAM, que se resume en la certeza de que es un criadero de guerrilleros y terroristas, un peligro para México.
Por su parte, el gobierno mexicano tomó distancia del asunto, al grado de que la estudiante sobreviviente analiza la posibilidad de pedir asilo político en Ecuador, en lugar de regresarse a México. Mientras tanto, sobre los cadáveres de los jóvenes calcinados, los enemigos declarados, Álvaro Uribe y Hugo Chávez, se reconcilian y sonríen.
La juventud es el tesoro más grande que posee una sociedad. L@s jóvenes mexicanos muertos lejos de su tierra, independientemente de que estemos de acuerdo con ellos o no, son la expresión más clara de la generosidad humana. A ellos les rindo tributo con estas líneas, no por apoyar una guerrilla, sino por vivir plenamente su juventud.

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