En medio de una ofensiva
orquestada desde Los Pinos y alentada por los dueños del dinero en
contra de los maestros y de la educación pública, no tengo más remedio
que explicar porque no creo que la educación sea la panacea para salir
del hoyo en que nos encontramos. Lejos de mi ponerme del lado de la
líder vitalicia del SNTE; lo que me interesa es criticar al mito liberal
por excelencia: sólo la educación hace a los ciudadanos responsables
y conscientes de sus grandes responsabilidades.
A partir de la creación
del estado liberal, una vez consumada la aventura napoleónica, los
ideólogos de la libertad formularon el argumento de que la única manera
de conceder el sufragio universal y arribar a la democracia era por
medio de la educación. Sólo así, nos siguen diciendo, vamos a formar
una ciudadanía responsable y a la altura de las demandas de una sociedad
libre y democrática. Mientras no lleguemos a este estadio civilizado,
según los emisarios liberales, el autoritarismo será la única manera
de mantener el curso de la historia pues la ignorancia del pueblo sólo
conduce a la tiranía.
En nuestras tierras
y después de la revolución un emisario de la derecha liberal conservadora,
José Vasconcelos, inició una cruzada que me recuerda las telesecundarias
que hoy se instalan en poblaciones rurales, con tecnología de
punta, pero que no sirve porque en el aula no hay luz. Del mismo modo,
Vasconcelos repartía libros de los clásicos griegos entre personas
analfabetas, alimentando el mito de que la educación nos hará libres
y dignos de pertenecer a la civilización occidental, aunque fuera por
ósmosis. Hoy por hoy, la campaña de desprestigio en contra de los
maestros de primaria y secundaria pregona a los cuatro vientos que mientras
la educación no sea de calidad el país seguirá siendo pobre. Más
aún, que ésa es la causa fundamental de nuestra situación.
Y lo dice el presidente
que pertenece a un partido que por cálculo político se alió sin miramientos
con la burocracia sindical priísta desde el año 2000, cuando la señora
Marta revivió a la Gordillo para apuntalar el sexenio de su marido.
Parece que ahora los momios han cambiado y, otra vez el presidente en
turno, para mejorar su deteriorada imagen y de paso darle un empujoncito
a Chepina en plena campaña electoral, se lanza en una aventura conjunta
con televisoras, empresarios y la ultraderecha católica para decirnos
que hoy el peligro para México son los maestros y la educación pública.
Lo que sostiene a toda
esta maniobra política es el viejo mito liberal de que la educación
es la clave para desarrollar un país, cuando en realidad –recordando
al sociólogo francés Pierre Bourdieu- la educación pública
y privada no tienen otro objetivo que reproducir las condiciones de
explotación y discriminación que caracterizan el sistema en el que
vivimos. Comparto con él la idea de que, en general, la educación
oficial está para esclavizar al ser humano y no para emanciparlo. En
este sentido, todo este proyecto por la ‘calidad’ de la educación
no es más que una directiva del Banco Mundial para reforzar a la educación
como un proceso estupidizante (auto sic) que aleja al individuo de la
capacidad para pensar por sí mismo y romper con los prejuicios que
nos caracterizan. Lo que se pretende con ese modelito educativo es profundizar
la dominación de los poderosos y evitar que países como el nuestro
rompa la dinámica de la explotación y el sometimiento.
Si se asume que el estado
liberal ha muerto, no queda más remedio que alejarnos de sus mitos
fundacionales. Entre ellos destaca el de la educación, que hoy es principal
factor para explicar desde el poder la causa de nuestra situación y
ocultar las causas verdaderas del fracaso. Y si bien es cierto que ésa
burocracia sindical –sí, la misma que arropó al copete mayor en
Misantla- es parte del problema, habrá que agregarle otras tanto o
más importantes: la impunidad rampante, el sometimiento a las políticas
yanquis como el TLCAN y el Plan Mérida, la discriminación y el racismo
que sostienen el sistema económico actual. De otro modo seguiremos
en las mismas.
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