viernes, 16 de mayo de 2008

Un extraño privilegio

El pago de impuestos es, junto con la muerte, las dos cosas que todos los seres humanos no podrán evitar al pasar por este mundo. Los más pobres pagan impuestos aunque no tengan ingresos gravables, pues al consumir un producto o servicio de bajo precio, éste incluye inevitablemente el famoso IVA. Los más ricos, por muy hábiles que sean para evitar el pago tendrán que hacerlo, aunque sea lo menos posible, gracias a fundaciones, obras de caridad y demás trampas que los funcionarios de Hacienda les facilitan para incentivarlos a invertir. Esto sin mencionar que de lo que pagaron les regresan buena parte, gracias a las capacidades de sus abogados y a la corrupción.
Para complicar las cosas, resulta casi imposible vivir sólo con un ingreso, así que tiene que combinar sueldos, honorarios y lo que se acumule para completar la chuleta. Como consecuencia estará obligado a contratar un contador que navegue con gracia en los insondables mares de la legislación fiscal, que además se reforma año con año para ir complicando las declaraciones (como en un juego de video que conforme el que juega empieza a ganar pasa al siguiente nivel para empezar a perder). Olvídese de pedir que le regresen algo de dinero, ya que se expone a que le hagan una auditoria, de la cual difícilmente saldrá limpio.
Pasado el trago amargo de ir al banco a depositar, empieza uno a pensar si vale la pena pagar impuestos para mantener las altas ganancias de los bancos -gracias al FOBAPROA- el pago de la deuda externa, los rescates carreteros, las toallas y colchones de precios exorbitantes o el subsidio con dinero público a equipos de fútbol que van y vienen. Es entonces cuando la depresión se convierte en rabia y no queda mas remedio que pensar seriamente en la posibilidad de percibir ingresos en la economía informal o vivir como ermitaño, con tal de no seguir pagando tributo.
Pero dadas las circunstancias, para no amargarme la vida, prefiero pensar que presentar una declaración de impuestos es un extraño privilegio -en un país donde mas de la mitad de la población gana menos de tres salarios mínimos, si es que tiene trabajo- porque implica haber tenido ingresos suficientes para llamar la atención del fisco. De los males el menor.

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