miércoles, 22 de febrero de 2012

Los aumentos a la tropa propician la discriminación social

Cuando se comparan los ejércitos de Latinoamérica y sus características principales salta a la vista una que ha sido la diferencia fundamental entre el ejército mexicano y, por ejemplo, el chileno. Las fuerzas armadas chilenas están claramente dirigidas por oficiales surgidos de los grupos sociales más poderosos del país mientras que el mexicano es heredero directo de la revolución mexicana y por ende un ejército formado de arriba abajo por sectores populares. Se puede afirmar entonces que los chilenos tienen un ejército de clase y los mexicanos un ejército de extracción popular.

Tal vez por ello, el golpe de estado en Chile en 1973 contó con la participación entusiasta de los militares para defender los intereses de la iglesia y las oligarquías sometidas a los Estados Unidos. Dada su composición, los militares chilenos no dudaron ni un solo momento para dar el golpe pues su razón de ser radica en la defensa de los poderosos. Y tal vez por ello, el ejército mexicano no tuvo la tentación de dar un golpe en México en los años de la guerra sucia o cuando estalló la crisis económica en los años ochenta.

Sin embargo las cosas parecen estar cambiando en el carácter popular de las fuerzas armadas en México pues el enorme aumento a su presupuesto puede empezar a generar a su interior una serie de intereses que eventualmente lo convierta en una institución más preocupada por mantener sus privilegios y poder político que en someterse al liderazgo civil y mantenerse alejado de la política. El reciente aumento de casi 150% al sueldo de los soldados rasos, que será ahora $10,800 pesos -más del doble de lo que ganaban, o sea $4,300- me parece una señal preocupante en este sentido.

El problema no es el que la tropa gane bien y que además goce de excelentes prestaciones como salud, educación para sus hijos, pensiones y demás sino que la inmensa mayoría de los que tienen a suerte de tener un trabajo formal, ni han tenido aumentos significativos ni mucho menos pueden acceder a buenas prestaciones desde hace décadas. De hecho la tendencia de la mayoría de los empleos en México es a la precarización, bajando su poder de compra y viendo cada vez más lejana la posibilidad de contar con las ventajas de las prestaciones sociales. Según datos del INEGI, de los 2.5 millones de nuevos empleos sólo el 16.1% tiene acceso a la seguridad social. Si a esto agregamos que casi el 30% de la población empleada trabaja en la informalidad se puede tener una idea más clara del problema.

El aumento fue, como dije arriba, a los soldados de bajo rango, lo que nos da una idea de lo que ganan los oficiales, no se diga lo generales. En este sentido, lo que se está propiciando es el ensanchamiento de las diferencias entre los trabajadores civiles y los que laboran en las fuerzas armadas. Este hecho puede conducir a una situación en la que los intereses de éstas estén más orientados a sus propias condiciones económicas y políticas que a las necesidades de la Nación en su conjunto. Las condiciones de excepción que gozan los integrantes del ejército y la marina –no sólo las económicas sino las políticas, como el fuero- pueden generar un espíritu de cuerpo ajeno a sus responsabilidades constitucionales por lo que me parece muy peligroso que, en aras de mantener una alianza política entre el presidente y el ejército, se cree una situación que lo aleje de las causas populares y los intereses de la mayoría.

Al argumento utilizado por Calderón de que las actividades de los militares son vitales para la república, por lo que hay que pagarles bien, habrá que responderle sin titubeos que lo mismo puede decirse de un albañil, un médico, un maestro, etcétera. Pero lo que no se puede ignorar son las consecuencias de mantener en estado de excepción a los militares y además restregarles en la cara a los millones de asalariados que ganan menos de cinco salarios mínimos, que sólo los militares merecen ingresos justos y seguridad social. Eso no es más que otra cara de la discriminación alimentada desde el poder político.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Chepina y los derechos de las mujeres

Finalmente se resolvió el proceso de selección en el PAN para elegir a la persona encargada de competir para la presidencia de la república. Para algunos fue una sorpresa; para otros la confirmación de la debilidad del inquilino de Los Pinos. Para un servidor representa, ni más ni menos, la expresión más clara de la manera en que los sectores fundamentalistas católicos (Yunque, Legionarios, Opus Dei) se han apoderado de un partido que nació laico, desconfiado de los fanatismos religiosos y que pregonaba -bajo el liderazgo de Gómez Morín- el respeto a la libertad individual por encima de credos e ideologías nacionalistas.

No cabe duda de que el desgaste del PAN en el ejercicio del poder político lo ha convertido en un partido que ha olvidado sus orígenes y que hoy ha perdido el rumbo y la misión que lo trajo a la vida institucional en nuestro país, echándose en brazos de los dueños del dinero. El triunfo de Josefina Vázquez Mota -la del apellido políticamente incorrecto en tiempos de la guerra contra las drogas- no deja lugar a dudas de lo anterior, no sólo por haberle pedido a sus correligionarios que antes de ir a votar en la elección interna fueran a misa sino porque a su paso por la Secretaría de Educación se esforzó para acabar con la educación gratuita y laica, pilar ideológico de la Nación.

En este sentido, la crítica a su perfil político no puede basarse en que sea una mujer, como de manera histérica lo manifestó Nino Baxin, líder del Congreso del Trabajo en el puerto de Veracruz, cuando irónicamente utilizó los argumentos de la derecha confesional para descalificarla. Y si no juzgue usted: “A la mujer le falta un poco más, aprender, meterse en cuestiones sociales. Porque al pedir equidad se olvidó de la familia, de los hijos” El machismo exacerbado no representa más que la ausencia de argumentos sólidos para la crítica de la candidata panista y un botón de muestra del alto grado de subdesarrollo de la nomenclatura priísta en el estado. No, la crítica debe apuntar a sus acciones y sus ideas, a su pertenencia a grupos políticos que han demostrado su odio a las libertades básicas del ser humano.

El triunfo de Chepina, insisto, demuestra la derechización del PAN ya que su triunfo obedece al apoyo de los sectores empresariales más conservadores y al Yunque, que tiene como finalidad, según su propio credo “…defender la religión católica y luchar contras las fuerzas de Satanás, así sea mediante la violencia (para) instaurar el reino de Dios en la tierra.” Si las mujeres mexicanas creen que votando por una mujer van a lograr avances en la defensa de sus derechos se equivocan rotundamente. Su alianza con los fundamentalistas católicos no va a ser puesta en riesgo para promover las luchas de las mujeres en contra de la discriminación, la violencia y la marginalidad. Muy por el contrario, pues en el remoto caso de que llegue a ganar, su gobierno se empeñaría en echar atrás los avances en materia de derechos de la mujer y de cualquier libertad que atente contra el monopolio católico de las conciencias.

Como bien señala Luis Hernández Navarro en su más reciente artículo de opinión, la táctica electoral de Chepina se concentrará en ocultar precisamente su antifeminismo y su conservadurismo para tratar de venderse como una defensora de la mujer y de sus derechos. Contando con que será la única mujer que compita por la presidencia, el discurso pro derechos femeninos parecería inevitable y natural pero falso. Si bien el machismo sigue vivito y coleando, como todos sabemos, muchos hombres no se van a animar a votar por una mujer para presidente. Sin embargo, habrá que seguir de cerca las preferencias electorales del sector más grande del padrón electoral: las mujeres.

jueves, 9 de febrero de 2012

El destello del copete y la crisis del régimen

Una de las tendencias típicas de un régimen político agotado es el debilitamiento de la renovación de las élites. El promedio de edad de los integrantes del último gabinete de Porfirio Díaz, el de 1910, era de casi ochenta años. El porfiriato se mostraba así como un régimen caduco, imposibilitado por su debilidad interna a renovar a sus integrantes. De hecho, la principal bandera del maderismo (hoy recubierta de afanes democráticos) era precisamente la renovación de la élite política y no la posibilidad de que las mayorías participaran en la política, como hoy nos quieren hacer creer sus apologistas encabezados por Krauze y compañía.

La lista de los futuros candidatos de ‘unidad’ a las diputaciones federales del PRI recuerda precisamente ésa tendencia. El ‘partidazo’ no logra establecer un mecanismo que le permita renovar sus cuadros dirigentes con regularidad y más bien parece que se resigna a ser una organización cada vez más cerrada, aislada de la realidad nacional. Y con renovación no me refiero a una cuestión meramente generacional sino a la posibilidad de la aparición nuevas fracciones políticas que disminuyan el poder de las camarillas.

Y es que la diferencia, en términos formales entre una fracción y una camarilla es muy sencilla: la fracción está guiada por un proyecto político; la camarilla descansa en la lealtad a una figura política, en sus objetivos personales que están siempre definidos por la permanencia en el poder. Lo que se deja ver del reciente proceso de selección de candidatos confirma que la idea no es definir proyectos sino confirmar lealtades, cueste lo que cueste.

No es casual, en este sentido, que un dirigente partidista estatal declare cosas como “Es tal el destello de Enrique Peña Nieto, de la nueva fuerza del PRI, que hay varios distritos donde hay más de uno que aspira; posiblemente en el transcurso del día se pongan de acuerdo y si no, bueno la propia Comisión Nacional de Procesos Internos va a dictaminar”

¿A qué destello se refiere? ¿Al del gel que usa para peinarse el copete? Porque dada la pobreza intelectual de Peña resulta imposible pensar que Erick Lagos se refiera al de su inteligencia. Ahora resulta que el candidato iletrado, que fue impuesto con la clásica cargada no exenta de conflictos, inspira a militantes a competir entre sí para lograr una candidatura. Para rematar, el señor Lagos se sigue enredando cuando dice que en el remoto caso de que existan varios aspirantes, pues que se arreglen en lo oscurito. Ahora que si no se pueden arreglar pues que se plieguen a la decisión de la citada Comisión. Antier los que intentaron registrar su precandidatura sin contar con la bendición de las camarillas del partido fueron literalmente jaloneados para que no llegaran a la mesa de registro, según la nota publicada por alcalorpolítico.com el día 7 de febrero.

Seguramente en el resto del país este tipo de escenas se repitieron una y otra vez, demostrando que no nada más en Veracruz se cuecen habas. Las tendencias no están sujetas al capricho o a la voluntad de los actores políticos sino que responden a procesos históricos, a hechos sociales que no dependen de la interpretación sino de la simple observación. Las candidaturas de unidad son una clara muestra del inmovilismo político, de la falta de imaginación, de la ausencia de proeyctos. Demuestran sin ambages el agotamiento, la decrepitud no de un partido sino de un régimen político. Ni las matracas, ni los acarreos ni las declaraciones histéricas pueden cambiar la realidad; sólo ocultan un poco el tremor del hundimiento de la nave.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El populismo de Obama y la decadencia de los Estados Unidos

El reciente informe presidencial de Obama me parece significativo para comprender la dimensión de la decadencia de la hegemonía estadounidense, subrayando el tono populista que le imprimió al mensaje y que seguramente delineará su campaña para reelegirse. La debacle económica y el fin del sueño americano han obligado al presidente a reciclar viejos símbolos que lamentablemente no parecen suficientes para sacar al país del agujero en el que se encuentra aunque le pueden servir para reelegirse.

Los temas del desempleo y la desigualdad rampante en una sociedad acostumbrada a creerse la cima del mundo son necesariamente los que más atraen la atención del ocupante de la Casa Blanca, como una manera de conectarse con los votantes.

Cuando afirma que “… podemos aceptar un país donde un número de gente cada vez más reducido prospera mucho, mientras un número creciente de estadounidenses apenas sobrevive. O podemos restaurar una economía donde cada quién tiene una oportunidad, cada quién aporta lo justo… Es hora de aplicar las mismas reglas de arriba hacia abajo….” (24/01/12) resulta imposible no establecer un paralelo con los discursos de los gobernantes de los países periféricos del sistema mundo en que vivimos desde los años ochenta, o mejor dicho, del estado capitalista desde los años del New Deal. El modelo económico inspirado en el neoliberalismo se ha distinguido precisamente por aumentar la desigualdad en todo el mundo por lo que el argumento no pasa de ser un buen deseo… para lograr votos claro.

Para aumentar el dramatismo y en el colmo del cinismo, el señor de las guerras justas (y no me refiero a Calderón, quien solo obedece órdenes del Pentágono) se anima al decir que “No regresaré a los días cuando se le permitió a Wall Street jugar bajo sus propias reglas…” para tratar de ganarse a los ocupas, que han puesto en jaque a todo el país precisamente porque ésas son las reglas que definen el conflicto social hoy por hoy. Son ellos quienes han puesto el dedo en la llaga al declarar en un comunicado que “Nuestra nación y nuestro mundo están en crisis y nuestros funcionarios ‘electos’ nos han fallado. Se negaron a responsabilizar a sus donantes –Wall Street– por los crímenes financieros que llevaron a nuestro país a la bancarrota y a destruir la economía mundial…” (17/01/12)

Pero Obama no parece darse por enterado y asume que las reglas han cambiado para los dueños del dinero, aunque al iniciar su gobierno lo primero que hizo fue rescatar al sector financiero con dinero público, profundizando en la mayoría de la población las consecuencias de la crisis que hoy pretende enfrentar y colocando al estado yanqui al borde la bancarrota.

Otra perla de su discurso fue presentar la retirada de Irak como un éxito que redundó en el fortalecimiento de su liderazgo en un mundo más seguro, en parte por el asesinato de Bin Laden. La realidad es que la guerra de Irak jugó un papel importante en la quiebra económica del país y en su desprestigio, no sólo en la región sino en el mundo entero. La guerra de Irak dejó en claro que los tiempos en que los Estados Unidos se presentaban como el policía del mundo han pasado y hoy se enfrenta a una realidad en la que su poder militar no le alcanza para someter a quien no comparta sus ideales.

Ya para terminar no podía dejar de insistir en señalar el carácter populista de su discurso cuando declara que “…la renovación del liderazgo estadounidense se puede sentir a través del mundo… Estados Unidos ha regresado.” Dime de que presumes y te diré que te falta.