jueves, 30 de septiembre de 2010

La juventud mexicana y la UNAM

Los cien años cumplidos la semana pasada por la Universidad Nacional Autónoma de México son un buen motivo para celebrar el éxito de la educación pública en México. A pesar de la sistemática campaña mediática orquestada por la derecha nacional en contra de la UNAM y el descenso del gasto público destinado a su mantenimiento, el proyecto inaugurado por Justo Sierra ha demostrado ser una de los bienes sociales más importantes del siglo veinte mexicano.

En los últimos treinta años, el apoyo que los gobiernos neoliberales le han dado a la educación privada, en detrimento de las universidades públicas, ha procurado arrebatar el liderazgo a las últimas siguiendo al pie de la letra las recetas del FMI y la OCDE. Así, han surgido infinidad de universidades privadas que, en una casa o en cualquier lugar, con la infraestructura mínima y pagando bajísimos sueldos a profesores se dedican a defraudar ,en muchos casos. a los estudiantes que caen en sus redes. Las también llamadas escuelas cuá cuá (patito pues) no han logrado mejorar significativamente la calidad de la educación superior sino simplemente convertirla en un pretexto más para acumular dinero.

Al mismo tiempo, algunas de ellas han logrado un éxito relativo pero importante desde la perspectiva de la relación con las empresas privadas y convenciendo a muchos de su superioridad frente a la universidad pública. Esto les ha permitido crecer,

a lo largo y ancho de la república, como franquicias, que ofrecen carreras, diplomados, talleres… y han resultado ser, sin ninguna duda, un gran negocio, pero no han logrado contribuir de manera significativa en la generación de conocimiento, en la investigación, en parte porque no están orientadas por ese fin.

El centenario de la UNAM cobra hoy un significado muy importante ya que pone en el centro el principio constitucional de la gratuidad de la educación, la cual ha sido defendida por buena parte de sus estudiantes y ciertos sectores de la academia y la investigación, pero no por las autoridades universitarias, que son las que salen en la foto y pronuncian discursos. Gracias a los estudiantes, quienes en 1987 y luego en 1999, se enfrentaron con éxito al proyecto neoliberal hoy, la UNAM sigue siendo lo que ha sido desde su fundación: un espacio abierto a todos los mexicanos y mexicanas y a la libre expresión de las ideas.

El rector José Narro festeja hoy lo que no ha defendido antes. Al igual que Carpizo o Barnés, comulga plenamente con la idea de privatizar la educación superior con el objetivo, según él, de mejorar la calidad de la misma. Así que, al mismo tiempo que festejamos el centenario, habrá que festejar a la juventud mexicana y su enorme sentido de justicia, pues ha defendido uno de los principios más caros de la Nación: la educación pública, gratuita y laica.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El huracán Karl y las vacas flacas

Las calamidades que han tenido que soportar las y los veracruzanos en los últimos días tener consecuencias en sus percepciones sobre el gobierno estatal y su capacidad para atender las necesidades de la ciudadanía. El fin del sexenio parece mostrar las debilidades de una administración que tuvo su auge en el 2007 pero que ahora no puede ocultar sus contradicciones internas gracias al huracán Karl.

Coincidentemente, en 2007 fue otro huracán el que, en plena campaña electoral, azotó a buena parte del norte del estado, favoreciendo el reparto de recursos públicos debido a la contingencia ambiental. Además, el resultado de las elecciones intermedias favoreció ampliamente al PRI por la alianza del gobernador con el recién llegado a Los Pinos, Felipe Calderón; la alianza impidió que el gobierno federal apoyara ampliamente a los candidatos de su partido en Veracruz. Por si fuera poco la abundancia del presupuesto estatal le daba amplios márgenes de maniobra – bursatilizaciones, recursos provenientes de la Federación, gasolinazos- sobre todo porque la crisis económica de 2008 no había estallado.

Pero para 2010 el escenario es muy diferente. La alianza con el gobierno federal no tiene el vigor de antaño y los recursos federales no llegan con tanta facilidad. Por otro lado, el dinero de las bursatilizaciones parece haber desaparecido y hoy se rumora la falta de recursos incluso para pagar el gasto corriente de la burocracia estatal, no se diga el pago a proveedores y demás. Si a esto se agrega que la crisis económica que estalló hace ya casi dos años sigue dañando fuertemente las finanzas públicas y las privadas, sería difícil negar la enorme diferencia entre 2007 y 2010 en Veracruz.

El huracán Karl concentró la mirada ciudadana en las debilidades del gobierno del estado, que parece exhausto después de un sexenio con altas y bajas y permeado por la crisis económica. Ocurrió además en un momento en el que por el traspaso de poderes parece haber una mayor debilidad gubernamental debido a que todavía no termina uno, que poco a poco saca la mano, y el gobernador electo sigue siendo eso, electo, pues no tiene la manija de la puerta bien agarrada todavía. Me parece un anacronismo que siga habiendo tanto tiempo de por medio entre la elección y la toma de posesión. Las consecuencias están a la vista y hay confusión entre la ciudadanía, que en algunos blogs se preguntan dónde está Javier Duarte, quien por su parte no puede resolver la situación simplemente porque no ha tomado el poder ¡le faltan dos meses!

Si hace tres años algunos decían que hasta la madre naturaleza se había puesto de parte del gobernador, hoy se puede decir lo contrario. Se acabaron los buenos tiempos, parece decirnos Karl y vienen las vacas flacas. Habrá que decir que el problema de la debilidad de los gobiernos estatales no está determinado sólo por su enorme déficit, consecuencia de una sistema económico mundial que ha puesto de rodillas a regiones enteras del mundo para financiar las economías centrales; también influye mucho un factor cualitativo: la confianza de la ciudadanía en su gobierno. Para la ciudadanía la responsabilidad de cualquier calamidad es de su gobernante y cuando este se ve rebasado por contingencias ambientales la confianza en el poder público decrece, haciendo más difícil la tarea de gobernar… para el que viene.

jueves, 9 de septiembre de 2010

La pobreza en el siglo XXI

Tiene razón Gabriel Salazar cuando afirma que la pobreza típica de nuestros días no es la relacionada con la falta de comida - aunque no cabe duda de que muchas personas viven al día- si no la que tiene que ver con la capacidad del individuo para satisfacer una serie de exigencias que le permitan vivir como sujeto de derechos. El historiador chileno contrapone así la pobreza material con la pobreza ciudadana, cívica.

La diferencia es fundamental para comprender las consecuencias de las políticas neoliberales de las últimas décadas. La pobreza del siglo XXI no puede ser definida exclusivamente por la capacidad de compra de artículos de primera necesidad, pues ello equivale a decir que si tienes para comer, para medio vestirte y para tener un televisor no eres pobre. La complejidad de las necesidades humanas en la actualidad nos obliga a reconocer que la pobreza es un fenómeno que niega al individuo la posibilidad de desarrollar su potencial como ser humano; que le impide tener un futuro relativamente estable para llevar una vida digna.

Por ello el pobre de hoy tiene problemas de salud como la diabetes, la hipertensión y la obesidad, enfermedades, originadas por el consumo de alimentos industrializados con altos contenidos de grasas, azúcares y toda clase de químicos y organismos genéticamente modificados. Su pobreza no radica entonces en la falta de comida, aunque insisto, no ha desaparecido el hambre en el mundo. Su pobreza se caracteriza por la imposibilidad de construir una identidad ciudadana, civil, basada en la conciencia de que tiene derecho a tener derechos, ocupado en perseguir las ilusiones de estilos de vida perversos pero necesarios para mantener los negocios viento en popa.

¿Cómo reacciona un joven que vive en un barrio marginal de cualquier ciudad de Latinoamérica ante esta situación? Salazar es implacable cuando responde: “Se va a la calle, y tenemos enormes cantidades de pandillas juveniles, cabros chicos en la calle y ahí van construyendo su identidad. ¿Y quién es su modelo? El papá no sirve, el profesor está sometido al autoritarismo dictatorial del sostenedor y por lo mismo vale hongo: su modelo es el choro (hampón) de la población. Porque el choro es audaz, valiente, tiene plata, maneja armas, se agarra a balazos con los pacos (policía), tiene seguidores, le compra camisetas al club del barrio…” (www.quepasa.cl/articulo/1_3971_9.html)

Y luego nos preguntamos por qué incluso los jóvenes de clase media en México quieren ser como los narcos, por qué los admiran y reivindican su comportamiento como la única salida digna para sentirse vivos. Tal vez la respuesta tenga que ver con este nuevo carácter de la pobreza del siglo que vivimos. Después de todo, vamos progresando.

jueves, 2 de septiembre de 2010

La retirada de una guerra perdida de antemano

Finalmente se cumplió con lo pronosticado por muchos: Estados Unidos saldrá de Irak, tarde o temprano. Pues bien, salieron finalmente la mayoría de las fuerzas armadas pero no por eso se puede pensar que la visión militarista ha sido derrotada. Muy por el contrario, los escenarios de la guerra cambian y se mantiene la cruzada contra todo lo que se relacione con el Islam, sobre todo al interior del país, donde los grupos

El caso de la mezquita que pretende instalarse cerca de la zona cero de Nueva York ha desatado un conflicto que pone en evidencia lo extendido de una actitud intolerante y abiertamente discriminatoria y de los usos políticos evidentes de parte de las y los políticos. Bajo el argumento de que el terreno vacío que dejó el 11 de septiembre es tierra sagrada, grupos y ciudadanos se han opuesto a la posibilidad de que exista una mezquita en sus alrededores. Vamos, como una blasfemia.

Y hacia afuera el gobierno los Estados Unidos y su ejército, mantienen la imagen de cruzado que, como en los mejores tiempos defiende la cultura y los valores occidentales. La guerra continúa en Irak, pero ahora con mercenarios, lo que reduce su costo político. Con el pretexto de capacitar al ejército iraquí, permanecerán efectivos suficientes para seguir garantizando la explotación del petróleo por las corporaciones internacionales.

El poder militar estadounidense seguirá manifestándose a lo largo y ancho del mundo hasta que las potencias rivales lo superen. Mientras tanto, persistirá en librar guerras perdidas de antemano, derrotas ambiguas cubiertas de retirada honrosa y cada vez más difíciles de pagar. Para justificar esas guerras que mejor vestido que la preservación de la cultura occidental, esa que defienden Sara Palin y el Tea Party.

Este sentimiento construido en contra del mundo musulmán es igual al que buena parte de los ciudadanos de Arizona tienen de los mexicanos migrantes, al que comparan con una suerte de bárbaro del mundo romano, que por su salvajismo e ignorancia amenazan seriamente a su mundo. Gracias a este sentimiento, el ciudadano medio se siente parte de una cruzada y obtiene una recompensa suprema por el solo hecho de sentirse superior.

Así que cuando miremos la situación en Irak o Pakistán no olvidemos que está animada por el mismo espíritu de la lucha contra la inmigración ilegal en los Estados Unidos. Tal vez así será posible comprender mejor la dimensión de la retirada de Irak y las razones que sostuvieron un conflicto iniciado con una mentira, que se mantuvo como una mentira y acabó como acaban las guerras perdidas de antemano: como una mentira.