jueves, 29 de octubre de 2009

Pensamiento y acción, dos caras de la misma moneda.

El sentimiento de angustia y desesperación de la población de nuestro país, generado por la debacle económica y las políticas depredadoras de nuestros gobernantes, está convenciendo a mucha gente de la necesidad de intervenir, de salir a la calle para defenderse y sobrevivir. Desde que llegaron los panistas al poder en el año 2000, la máscara del estado, que procuraba ocultar su estrecha relación con los dueños del dinero vía políticas clientelares y corporativas, se ha desvanecido, mostrando su verdadera naturaleza frente a todo el que quiera verla.

En efecto, cuando Vicente Fox inició su sexenio afirmando que su gobierno era de empresarios y para empresarios, amplios sectores de la ciudadanía empezaron a identificar a la maquinaria estatal como el principal aliado del capital garantizándole amplios margen de utilidad a costa de la pauperización de la vida de las mayorías. A lo largo de estos últimos diez años, las acciones gubernamentales, entre las que se distinguen el caso de Atenco, el de Oaxaca y ahora el del SME no dejaron lugar para pensar que Fox estaba bromeando.

En este contexto, uno se pregunta ¿Qué hacer? A riesgo de parecer inocente o iluso propongo simple y sencillamente una cosa: pensar. Como dice Santiago López Petit: “El pensamiento no sirve para luchar, sino que él mismo es lucha.” ¡Cuánta razón tiene el catedrático español! Y es que normalmente se identifica a la acción de pensar como un acto pasivo, a diferencia de la acción material, que es el acto activo por excelencia. ¡Deja de estar pensando y actúa! parece decirnos el sentido común.

Sin embargo, el pensamiento es fundamental, no sólo para darle un sentido a la acción sino una dirección, un objetivo. Así, el pensamiento nos obliga primero a pensar en contra del propio acto de pensar, criticando las ideas dominantes, que nos impiden actuar en libertad; pero también es definir una estrategia, diseñar un horizonte de destino.

Por lo tanto, es necesario incentivar el pensamiento y verlo como la acción por excelencia y no como un acto de cobardía o simple escepticismo. En la medida en que lo hagamos estaremos enfrentándonos a los problemas que nos acosan y de paso seremos más resistentes a la demagogia y el cinismo típico de nuestros gobernantes. Y créanme será tanto o más importante que cualquier acción directa. No en balde los medios de comunicación han cobrado gran importancia en el mantenimiento de la dominación. Su misión radica en bloquear el pensamiento, oscureciendo y manipulando la información.

Termino entonces volviendo a citar a López Petit, quien afirma “No es suficiente afirmar que tenemos que atacar la realidad, debemos dotarnos de las armas y de las estrategias para poder hacerlo.”(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=94024)

viernes, 23 de octubre de 2009

La ley K, contra los monopolios mediáticos.

Si en los años de la guerra fría los ejércitos latinoamericanos, asesorados o azuzados por el Pentágono, fueron la punta de lanza para la defensa de los intereses oligárquicos en la región, hoy por hoy son los medios de comunicación y los merolicos de los noticiarios televisivos los encargados de ir al frente en la defensa de los poderosos. La tortura física a destacados miembros de la sociedad civil o el toque de queda no han desaparecido como métodos para promover el miedo (véase el caso de Honduras) pero han sido gradualmente sustituidos por la manipulación masiva que las televisoras realizan sobre la población 24 horas al día.

La estrecha relación que guardan los medios, en particular la televisión, con la clase dominante y la política en Latinoamérica y el mundo es inocultable. La llegada al poder político de Collor de Melo en Brasil o la de Berlusconi en Italia demuestran que una de las armas más importantes para imponerse en las elecciones es contar con el favor de los medios de comunicación. Aquí en México, las elecciones del 2006 demostraron que la tendencia a que los medios sean un actor político central e incluso inclinen la balanza a favor de tal o cual candidato fue más que evidente.

En ese sentido, la ley de medios que ha sido aprobada recientemente en Argentina me parece una reacción positiva al crecimiento perverso del poder mediático en nuestras sociedades. Y además lógica; si lo que se procura en la democracia es proteger a las minorías de la aplastante mayoría, habrá que darles voz a esos grupos vulnerables para hacerse escuchar y defender sus intereses.

El que la ley K -como ha sido llamada en alusión a la presidenta Kirtchner- divida el espectro radioeléctrico en tres áreas, la pública, la privada, la social, y limite la cantidad de concesiones que puede tener cualquier persona o grupo empresarial para evitar la concentración de medios y de poder, no es más que el reconocimiento de la necesidad de acotar la tendencia a la monopolización de los medios masivos de comunicación.

Lamentablemente en México vamos al revés. En lugar de abrir el espacio radioeléctrico, el gobierno federal se empeña en mantener los monopolios a cambio de que promuevan sus objetivos personales. Al mismo tiempo ataca sin miramientos a las radios comunitarias y cualquier grupo que tenga la intención de limitar al duopolio mediático.

En todo caso la ley K representa una acción importante para reflexionar acerca de los medios de comunicación que queremos y que necesitamos. Su concentración atenta contra la paz social, pues acalla la diversidad social e impone la visión de los fuertes, agravando el malestar social y desigualdad. Las y los argentinos ya empezaron a caminar en dirección opuesta. Y nosotros, ¿hasta cuándo?

jueves, 15 de octubre de 2009

Las verdaderas causas del golpe contra el SME

La cargada política y mediática de buena parte de la opinión pública, sobre todo televisoras y prensa nacional, en contra del Sindicato Mexicano de Electricistas tiene por objetivo ocultar las verdaderas razones de la acción de Calderón. La campaña mediática que señala a los altos costos, las deficiencias en el servicio y la corrupción sindical de la compañía de Luz y Fuerza del Centro exime de responsabilidad al propio gobierno federal, que se encargó de desmantelarla y corromperla para después desaparecerla. Pero sobre todo omite el hecho de que lo que está en juego es el servicio de internet y televisión, que gracias a la fibra óptica que la compañía en cuestión ha venido instalando, la colocaría en una posición inmejorable para competir con el duopolio televisivo y el monopolio de Telmex así como cualquiera que quiera invertir en el sector.

El argumento esgrimido por el gobierno federal para asaltar las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro gira alrededor de su inoperancia financiera y a los problemas en el servicio. Así como todos sabemos que el servicio tiene deficiencias también sabemos que hay grandes compañías privadas y dependencias de gobierno local y federal que no pagan la energía que consumen. A esto se podría agregar la especie de que el sindicato es corrupto y sobre todo, opuesto a las políticas del ejecutivo federal y simpatizante del lopezobradorismo, pecado éste último inadmisible para Calderón y su grupo.

Pero todo lo anterior es sólo una cortina de humo, pues nadie asume que la chamusquina va a seguir, afectando ahora a sindicatos sometidos al panismo, como el de PEMEX o el de la SEP, que siguen tan campantes. El mensaje es claro: los sindicatos pueden ser todo lo corrupto que quieran, siempre y cuando apoyen al presidente pues en caso contrario… Por lo que respecta a la eficiencia en el servicio, si se aplicaran los mismos parámetros, habría que empezar por desaparecer a la secretaría de Hacienda o a la de Seguridad Pública, que se llevan las palmas en ineficiencia y corrupción, no se diga en lo que nos cuestan.

Por lo tanto, no es el argumento político o de eficiencia el que inspira realmente las acciones punitivas de Calderón. No, son los negocios y las ganancias las que están en juego. Las grandes compañías de la comunicación en el mundo no van a tolerar competir con una compañía nacional en el mercado de las telecomunicaciones. Nomás faltaba. Y es que en el contrato colectivo de LyFC se estipula: “…si a una empresa se le concede el usufructo de alguna infraestructura de Luz y Fuerza del Centro, el sindicato tendría el derecho de tener una concesión espejo para dar el mismo servicio.” La lógica de la acumulación y concentración de capital es la que está en juego con todo esto. Las élites económicas y políticas de este país siempre han estado en contra de los sindicatos, más aún si son nacionalistas y proclives a apoyar las causas de la izquierda política. Pero si además se quieren anotar para el reparto de la riqueza y competir, el desafío es intolerable. Como siempre, atrás de las causas aparentemente justas está el poderoso caballero, Don Dinero.

lunes, 12 de octubre de 2009

¿De qué le sirve al PRI involucrarse con la figura de Salinas?

Las economías de Latinoamérica han sufrido el impacto de la crisis económica de manera diferente. El factor determinante para medir los estragos gira alrededor del nivel de dependencia con la economía estadounidense y es por eso que México está a la cola de la recuperación en la región. Gracias al Tratado de Libre Comercio, nuestra economía depende casi completamente del mercado de los Estados Unidos y hoy por hoy, más que procurar una salida de la crisis, la economía mexicana está subsidiando la recuperación de nuestros vecinos del norte.

Las relaciones económicas entre México y los Estados Unidos han sido siempre ambivalentes: por un lado nos ha beneficiado la cercanía con el mercado más importante en el mundo, eso no se puede negar, pero por el otro, los costos han sido muy altos, sobre todo por estar encadenados a la suerte de dicho mercado y en esa medida alejados de una economía diversificada, que en el lenguaje popular se traduciría en la vieja receta de no poner todos los huevos en la misma canasta.

En ese sentido resulta preocupante observar que la clase política de este país no está pensando en cambiar el rumbo sino en aferrarse a seguir dependiendo de los Estados Unidos y su futuro económico. No puedo pensar en otra cosa cuando veo que buena parte del los dirigentes y miembros distinguidos del PRI le hace caravanas y fiestas al artífice de la dependencia económica y política de México para con EU. Si me refiero a Carlos Salinas.

A pesar de su pésima imagen pública, sobre todo con las mayorías de este país, el ex presidente está empeñado en mejorar su imagen pública. Primero apareciendo en fiestas privadas de la nomenclatura priista como bodas y bautizos así como en la portada de revistas que se dicen serias; y luego dando conferencias –sobre las causas y posibles salidas de la crisis actual, vaya ironía- escoltado por gobernadores en funciones como el de Veracruz.

Entiendo que el ex presidente trate de revertir la pésima opinión que tenemos la mayoría de los mexicanos y mexicanas de él. Para un hombre que creyó tocar el cielo debe ser muy difícil aceptar que debe evitar caminar en la calle para no ser insultado por sus compatriotas, en el mejor de los casos. Pero lo que resulta más difícil de entender es el afán de sus compañeros de partido, algunos de ellos antiguos discípulos y admiradores, para ayudarlo en tan inútil tarea. ¿De qué les sirve a los priístas involucrarse con la figura de Salinas a estas alturas? ¿Será que Salinas se está vendiendo como el fiel de la balanza para evitar conflictos entre los suspirantes del PRI a la presidencia en el 2012, allanando así el camino para su regreso triunfal a Los Pinos, a cambio de su rehabilitación como figura pública?

jueves, 1 de octubre de 2009

La hora de Latinoamérica

La política exterior del gobierno de los Estados Unidos hacia Latinoamérica es bastante simple: reforzar la ocupación militar para asegurar su control como última trinchera frente a su evidente decadencia. Su derrota en Vietnam provocó que los estrategas yanquis miraran con mayor detenimiento al sur del Rio Bravo. Después de todo su fracaso en oriente marcó los límites de su poder militar en el mundo. No en balde China es hoy un fuerte candidato para colocarse en el lugar que están desocupando nuestros vecinos.

El anuncio que hiciera el presidente Uribe de la eventual construcción de siete bases militares en suelo colombiano ha levantado una ola de protestas entre los gobiernos sudamericanos y parte de sus sociedades. Los argumentos giran alrededor de la sospecha de que las intenciones del ejército estadounidense tienen más que ver con el control de los recursos naturales de la Amazonia y la ventaja estratégica militar para instrumentar una invasión a cualquier país latinoamericano, que con una supuesta lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.

Dado el historial en las relaciones entre los Estados Unidos y Latinoamérica no parece descabellado pensar en futuras invasiones, menos sutiles que en Honduras, para meter en cintura al valiente que quiera disputarle sus privilegios en la región. Sobre todo si controla cada vez menos el resto del mundo y si además su control económico se debilita. Prueba de ello es el caso de Brasil, que no depende ni de cerca del mercado estadounidense y más bien estrecha cada vez más sus relaciones con China y la Unión Europea, así como con sus vecinos.

Es por eso que frente a su acusada debilidad económica, Barack Obama no duda en continuar los planes militares de baby Bush para detener la caída hasta donde se pueda, agarrándose del que tiene más cerca. Aquí lo que está en juego es la posibilidad de que los países latinoamericanos se liberen de su condición de colonia yanqui para mejorar las condiciones de vida de sus integrantes; y de paso dándole el último empujoncito al imperio para que se baje del macho. En caso contrario nos degradaremos como sociedades, al ritmo de la decadencia de los que fueron amos del mundo y de vez en cuando recordaremos que tuvimos la oportunidad de cambiar la historia pero que la dejamos ir por miedo, si, por miedo de asumir la responsabilidad de decidir nuestro destino.

La administración del caos y la angustia social, signos de nuestro tiempo.

Los acontecimientos recientes en el aeropuerto internacional y el metro Balderas en el Distrito Federal son producto de la desesperación y la angustia provocada por la parálisis o negligencia de los gobiernos del mundo, frente a los grandes problemas sociales contemporáneos.

El intenso bombardeo de información, a través de los medios de comunicación, con temas como el calentamiento global, la violencia, el hambre y la marginación, las epidemias y las guerras están generando una tremenda carga de angustia entre la población. La parálisis o negligencia de los gobiernos en turno provoca que las personas realicen acciones desesperadas para llamar la atención de sus representantes para tratar de motivarlas a hacer su trabajo.

Las coincidencias entre estos dos casos son evidentes a primera vista. El presunto secuestrador del avión tenía como objetivo hablar con el presidente Calderón para hacerle llegar un mensaje divino; la balacera en el metro Balderas tenía el mismo objetivo, inspirado en una revelación también venida del cielo. Sobra decir que cuando los poderes terrenales no son capaces de ofrecer un mínimo de tranquilidad a su población, ésta se ve obligada a redirigir sus esperanzas al reino de los cielos, con todas las consecuencias que podría acarrear algo como eso.

La reacciones del gobierno federal y de la ciudad de México fueron, por decir lo menos, oportunistas. Al policía asesinado se le rindieron honores de héroe y a la familia del albañil se le prometió el oro y el moro, a manera de compensación. Pero tanto uno como otro comparten la idea de deslindar dichos acontecimientos de la coyuntura que vivimos. El propio secretario de Gobernación fue explícito al apresurarse a declarar que las emergencias no tenían nada que ver con lo que está pasando en México.

Pero la percepción de la ciudadanía va en el sentido contrario. Para ella es innegable que la desesperación está tocando a su puerta mientras que las instituciones políticas y sociales están mirando para otro lado. Las consecuencias, por el momento, se limitan a acciones aisladas que no ponen en riesgo el sistema dominante. Sin embargo, demuestran claramente que el debilitamiento de la soberanía de los estados nacionales está creciendo y que la percepción de la población acerca de sus instituciones se mueve entre el escepticismo y el cinismo, no teniendo más opción que la esperanza del favor divino.

Esto no le conviene a nadie pero no se ve que las cosas vayan a cambiar a corto plazo. ¿Cuántos asesinatos y secuestros harán falta para que los gobiernos reaccionen? Peor aún ¿Será que todavía tienen la capacidad para reaccionar? En mi humilde opinión, no estamos frente a un estado fallido sino frente a un estado que apuesta a la administración del caos como la mejor manera de seguir favoreciendo los intereses de unos cuantos. Pero en uno de esas…