domingo, 27 de abril de 2008

La selva y el supermercado

Uno de los placeres de hoy es ir de compras al supermercado. La variedad de mercancías y de colores, el aire acondicionado y las aparentes gangas, son motivo de entretenimiento para toda la familia. Si antes las amas de casa eran la indicadas para comprar lo que hiciera falta para reproducir la vida familiar, hoy ir de compras representa un paseo, apto para los abuelos, tíos, hermanos y el que se quiera apuntar para salir de casa y combatir el aburrimiento.
Y es que hace miles de años, la especie humana encontró en la recolección de frutas y semillas la base para el sustento de la comunidad. Es por ello que ir a un supermercado representa un placer milenario, sólo comparable con cortar una manzana o una naranja del árbol, con una pequeña diferencia: la recolección de frutos en la selva, siglos atrás, conllevaba el riesgo de ser devorado por un depredador, pasar de recolector a recolectado.
Pero no crea que ir al supermercado en nuestros días está libre de riesgos. Comprar fruta o verdura que de verde pasa a podrida, sin que nunca madure, es moneda corriente. Esto sin considerar a los productos elaborados con semillas transgénicas, que forman buena parte de los cereales de uso diario; o productos de deshecho de los países del primer mundo que aquí se venden como novedad. Y que decir de la carne y el pollo engordados con clembuterol o el queso que no tiene leche pero si proteína hidrolizada, conservantes y colorantes, o sea, un queso que no es queso.
Por si fuera poco, al llegar a la caja con el carrito repleto le ofrecen crédito, para que no sienta que lo están asaltando. Pagos a 3, 6 o 12 meses pero con interés incluido más comisiones. Así, el dueño del supermercado gana dos veces: primero por la ganancia contenida en el precio del producto y luego los intereses generados por el crédito.
Como se ve, tal vez los peligros que enfrentaban nuestros antepasados al salir a recolectar la comida de día no eran nada comparados con los que enfrentamos los consumidores hoy. Antes te devoraban de una vez; hoy lo hacen poco a poco. Al creer que ir al supermercado es un sano entretenimiento bajamos la guardia y nos convertimos en víctimas fáciles de los depredadores modernos. Y sin embargo, ¿que sería de un domingo sin ir al supermercado?

sábado, 12 de abril de 2008

Por tu propio bien

La luz solar es un alimento, tanto para las plantas como para los seres humanos. Para éstos últimos no sólo proporciona el calor necesario para sobrevivir y para reproducirse sino que además genera el equilibrio emocional indispensable para hacer la vida más llevadera. La actividad humana está regulada por el sol, tanto en el día a día como en la sucesión de las estaciones del año, sobre todo en las zonas rurales, organizadas en función del ciclo agrícola.
El domingo pasado dio inició el horario de verano, el cual nos impone el gobierno federal con el argumento de que ahorra energía. El que quiera creerlo que lo crea pero lo que queda claro es que tod@s estamos batallando para ponernos a tono, adelantando una hora nuestros relojes. Si bien mover la manecilla del reloj no implica ningún esfuerzo, hay que considerar las consecuencias.
¿A poco no le cuesta más trabajo levantarse en la mañana? Anda uno todo el día adormilado y en la noche, a la vuelta y vuelta en la cama porque si se acuesta a las once, en realidad son las diez y el cuerpo no se deja engañar tan fácilmente. Esto sin mencionar que a las siete de la mañana apenas empieza a salir el sol y como que nuestro reloj interno no entiende nada. Hay que levantar a los niños con grúa para ir a la escuela y obligarlos a desayunar, porque el apetito anda por otro lado.
La cosa empeora cuando llega la hora del aperitivo y la botana; como que no sabe igual. Los parroquianos se miran desconcertados porque la plática no agarra fuerza y el cantinero se lamenta con la baja del consumo y la modorra prevaleciente. Al salir de la chamba todavía es de día y las consabidas actividades clandestinas echan de menos la complicidad de las sombras nocturnas. En suma, tal vez el ahorro de energía no sea significativo pero el esfuerzo para acomodarnos al nuevo horario si que lo es.
Al final de la jornada, cuando se está tratando de conciliar el sueño, uno se consuela pensando en que el cuerpo se acostumbrará al nuevo horario, aunque sin olvidar que dentro de siete meses habrá que sufrir lo mismo, cuando volvamos al horario normal. A la par de semejantes cavilaciones no queda más que asumir que los ciudadanos perdemos, poco a poco, el control de nuestra vida cotidiana en aras de un supuesto bienestar colectivo. Como decían nuestros padres al castigarnos por alguna travesura: te va a doler pero es por tu propio bien.

sábado, 5 de abril de 2008

Juventud, divino tesoro

Ser joven y no morir en el intento es, sin duda, una de las luchas más fértiles de la raza humana. Porque ser joven significa caminar por el desfiladero de la vida imaginando un mundo diferente. Las sociedades modernas dedicadas a controlar a la juventud cavan su propia tumba. Cerradas al cambio, inhiben cualquier visión diferente de lo que se considera políticamente correcto y se convierten en una especie de asilo de ancianos, ordenados pero con olor a muerte.
Quiero alzar la voz para señalar que la muerte de l@s jóvenes mexicanos, consumada en territorio ecuatoriano hace algunos días, demuestra la fortaleza de la idea de que la misión de la juventud no consiste en soñar con un mundo diferente, mas justo y más humano, sino en reproducir sin chistar los vicios de un mundo consumista.
La opinión pública, con algunas excepciones, se dedicó a difundir la idea de que los estudiantes mexicanos asesinados por el ejército colombiano –con el apoyo logístico del ejército yanqui- fueron los únicos responsables de su muerte. De paso, se aprovechó la ocasión para retomar la campaña de desprestigio contra la UNAM, que se resume en la certeza de que es un criadero de guerrilleros y terroristas, un peligro para México.
Por su parte, el gobierno mexicano tomó distancia del asunto, al grado de que la estudiante sobreviviente analiza la posibilidad de pedir asilo político en Ecuador, en lugar de regresarse a México. Mientras tanto, sobre los cadáveres de los jóvenes calcinados, los enemigos declarados, Álvaro Uribe y Hugo Chávez, se reconcilian y sonríen.
La juventud es el tesoro más grande que posee una sociedad. L@s jóvenes mexicanos muertos lejos de su tierra, independientemente de que estemos de acuerdo con ellos o no, son la expresión más clara de la generosidad humana. A ellos les rindo tributo con estas líneas, no por apoyar una guerrilla, sino por vivir plenamente su juventud.